Así sí. Siempre nos están
diciendo cosas
feas, que quiénes somos nosotros para estar siempre metiéndonos con todo el
mundo, que qué habremos hecho para poder criticarlo todo, que si España se
hunde por nuestra culpa, que si sólo estamos para molestar y nunca hablamos
bien de nadie.
Pues para que vean todos esos que
nos critican que, cuando vemos algo bien hecho, también lo decimos. Que si en
su día nos pitorreamos de
la salchicha del Pizjuán, ahora no podemos más que ponernos en pie y
aplaudir el nuevo diseño del banquillo-botellín con el que el estadio
sevillista y el Benito Villamarín nos van a deleitar durante esta temporada.
¿Que es lo mismo? ¿Que es lo
mismo? Hombre por favor, para empezar la relación entre el Pizjuán y las
salchichas venía enquistada desde hacía tiempo. Un amigo me invitó años ha a
ver un Sevilla-Mainz de Copa de la
UEFA y en el descanso se me antojó bajar a los bares del
estadio a adquirir tan suculento manjar. Resultó que se les había acabado el
pan y sólo te daban la salchicha cogida con una servilleta. Pero eso no fue lo
chungo, que un error de previsión a la hora de calcular el pan necesario lo
puede tener cualquiera, lo chungo es que te cobraban dos euros por la salchicha
pelá y mondá. Por Dios, si en el supermercado más cutre por menos de
ese dinero te llevas un pack con cuatro o seis unidades mínimo.
Y que no es lo mismo, estimado
lector. La salchicha es un producto hecho con restos sobrantes de carne, lo que
nadie quiere, como los fichajes de Stosic. Además provienen de Alemania,
señores, de Alemania. Pero si el mismo Vizcaíno dejó claro que Alemania era
enemigo declarado con su “I
love pepinos”. Que es el país que provocó dos Guerras Mundiales y de donde
vinieron Hinkel
y Odonkor,
por Dios. De allí no puede venir nada bueno.
Encima la marca Oscar Mayer.
¿Saben ustedes quién era Oscar Mayer? Pues un inmigrante alemán que abrió su
negocio en Detroit. Detroit, ¿habrá ciudad peor que ésa, que tuvieron hasta que
crear a Robocop para que la gente se estuviera tranquilita?
Es por eso que ahora, con este
giro de los acontecimientos, no podemos más que aplaudir.
Con esta publicidad que ya luce en ambos estadios se cumple el sueño de una
gran mayoría de sevillanos. Un botellín de Cruzcampo de ese tamaño es el sueño
húmedo (y fresquito) de tantos y tantos habitantes de nuestra ciudad que no han
podido más que soltar
una lágrima al ver esta utopía hecha carne (bueno, poliestireno).
Además, Cruzcampo. Empresa de la
tierra. Más antigua que los dos clubes de la ciudad. Cuando se bebió aquí la
primera Cruzcampo estaban la
Giralda, la
Torre del Oro y cuatro cosas más. Ha sobrevivido inexpugnable
al paso de los años, como los Guerreros de Terracota, las pirámides de Egipto o
“Arrayán”. Forma parte de nosotros mismos. Pensad un poco en las mejores noches
de vuestra vida. Me juego un huevo de Rinat Rafáe a que la Cruzcampo estuvo
presente.
Así que ole, ole y ole una vez
más. No es de extrañar que los grandes clubes estén copiando las estrategias de
marketing que vemos por estos lares. ¿Recuerdan las camisetas
sevillistas con banderas españolas tan criticadas en su momento? Ea, pues
ahí está. Nada más y nada menos que el Fútbol Club Barcelona copiando la idea y
haciéndose una segunda
equipación constituida por un montón de banderas de España pegadas
colocadas en vertical.
Ahora sí que me creo que “Mad Men” está basada en
lo que sucede en los departamentos de marketing de los equipos sevillanos.
Joder, es que hasta Vizcaíno
se me da un aire a Don
Draper. Cruzcampo, tu botellín nos señala el camino.
3 comentarios:
Si me metiera dentro de ese botellín gigante solo saldría un par de veces y pa mear...
Para cuándo fotos de mujeres? Lo digo para cuando el partido sea un pestiño.
A mi lo de las macizas me ha gustado.
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