Un combinado Betis-Sevilla con cuatro extranjeros (Biri-biri, Mamelli, Olmedo y Espárrago) en un partido a beneficio de la Cruz Roja |
La verdad es que hoy para mí es un gusto
poder presentarle a una de las firmas
invitadas que me han sido más esquivas hasta ahora: el señor carrascus, capo del imprescindible
portal musical Blogin’ in the wind y una gran ayuda a la
hora de encontrar en ocasiones esa información imposible. Como suele ser
habitual en sus textos, la entrada con la que hoy “debuta” en esta casa (¡y desde
aquí hago un llamamiento para que no sea la única!) tiene una documentación
exquisita, así que disfruten de la historia de cómo fue posible que los colussos
y los kukletas
del mundo llegaran a nuestro país a jugar al fútbol.
El fútbol español siempre ha sido el que más ha atraído a los jugadores de otras latitudes, y casi nunca por su calidad, que esto es cosa de los últimos tiempos, sino por cuestiones mucho más prosaicas y materialistas. Di Stéfano, Kubala, Puskas, Didí, Ben Barek, Wilkes, Evaristo, Kocsis, Czibor, Mendoza, en el pleistoceno de la liga; y en el comienzo de la era moderna Cruyff, Netzer, Ayala, Sotil, hasta los más actuales que no os tengo que recordar a nadie, todos vinieron atraídos por el dinero y lo pródigos que somos los aficionados españoles a la hora de defender a nuestro ídolos.
Hagamos
un poco de historia, antes de centrarnos en nuestros equipos sevillanos. Todos
los extranjeros mencionados en el párrafo anterior fueron grandes bastiones a
la hora de ayudar a los clubes españoles a conseguir los títulos
internacionales que tan orgullosamente muestran en sus vitrinas… pero se
inmiscuyó la política en el fútbol y lo descalabró. El 22 de agosto de 1953, el
General Moscardó, que era delegado nacional de Educación Física y Deportes
prohibió a los equipos que contratasen a esos bárbaros de costumbres tan
licenciosas y poco edificantes, que corrompían a nuestros sanísimos flechas y
pelayos. La oposición a esta medida por parte de los clubes hizo que muy poco a
poco el General fuese abriendo la mano y tres años después autorizó la
inscripción de dos extranjeros por equipo, siempre y cuando uno de ellos fuese
iberoamericano o filipino y su club pagase un canon al estado de entre
cincuenta mil y cien mil pesetillas, que ayudasen a levantar la nación a la vez
que a acallar las conciencias…
Tuvieron
que pasar otros tres años, para que el 22 de junio de 1959, el nuevo delegado
nacional, José Antonio Elola Olaso quitara las restricciones de nacionalidad…
aunque no el canon, claro. Pero otros tres años más tarde, a raíz del Mundial
de Chile de 1962, en el que el equipo español ocupó un ridículo último puesto
en su grupo, cerró a cal y canto las puertas de la importación de esos
extranjeros asquerosos que le quitaban el puesto en los equipos a los chavales
españoles, por lo que nuestra selección se debilitaba; aunque dejó un resquicio
otros tres años más tarde para que pudieran colarse por él los llamados
“oriundos”, que eran futbolistas descendientes de españoles, a razón de dos por
cada equipo, en un acuerdo que se firmó el 30 de junio de 1965. Aunque un año
después se modificó éste para prohibir la contratación de los oriundos que ya
hubiesen sido internacionales en su país.
A
Elola Olaso lo sustituyó Juan Antonio Samaranch, quien comenzó a aprender a
pasos acelerados las mejores formas de corrupción que tan lejos le llevaron en
su carrera olímpica posterior, permitiendo que el acuerdo de los oriundos se
convirtiese en lo que se llamó “el timo de los paraguayos”, por el que la
mayoría de los nuevos oriundos ni tenían antepasados españoles, ni
documentaciones en regla, ni ná de ná y hasta tenían internacionalidades
ocultas. Por allí se colaron toda clase de mediocridades que ni siquiera cumplían
con el requisito legal; imaginaos cómo sería la cosa que cuando le preguntaron
a Adorno en la entrevista de presentación cuando fichó por el Valencia, que de
donde eran sus abuelos, dijo que de Celta de Vigo. Hasta que a finales de 1972
estalló “el escándalo de los oriundos”, de la mano del Barcelona y del Granada,
a los que no les dejaban legalizar a sus argentinos Heredia y Echecopar, y con un cabreo
considerable y a la voz de “aquí tós moros o tós cristianos” montaron tal
follón con el asunto de la falsificación de pasaportes que tuvo que tomar
cartas en el asunto hasta el Ministerio de Asuntos Exteriores. Esa fue la
semilla de la que germinó apenas seis meses más tarde, una vez producido el
relevo de Samaranch por el de Juan Gich, el menos político de todos los
delegados y el que más sabía de gestión futbolística porque llevaba varios años
como secretario general del Barça, la nueva y ya definitiva apertura de
fronteras para jugadores extranjeros, que continúa hoy en día de forma mucho
menos restringida y mucho más manirrota.
Echecopar
vino al Granada como oriundo pero le pillaron en un renuncio y la Federación invalidó el
contrato por tres años que le habían firmado. De todas formas, el Granada, en
lugar de dejarlo marchar prefirió retenerlo sin poder jugar con el primer
equipo en espera de poder encontrar algún resquicio (que no fue necesario
porque la temporada siguiente pudo ficharlo como extranjero) y le tuvo jugando la Copa de Andalucía, la liga
que jugaban los equipos andaluces con sus jugadores suplentes, de la que fue
máximo goleador y principal atracción… mejorando lo presente del negrito del Sevilla que nuestro jefe os presentaba en un post anterior. Lo de Heredia fue
aún más curioso porque el Barcelona tampoco quiso perderle, aunque no lo
mantuvo en sus filas, sino que lo cedió al Oporto, donde fue la estrella de la
temporada. El Barcelona estaba loco por recuperarlo para que compusiese una
delantera de lujo como segundo extranjero con el ya fichado Sotil… pero se les
puso a tiro Cruyff y Heredia terminó en el Elche.
¿Os acordáis de aquellos oriundos de nuestros equipos…? Sí, vinieron muchos amigos de Colusso y Kukleta, pero también jugadores de muy grato recuerdo para las dos aficiones, baste recordar a los verdiblancos Orife y Anzarda o a los sevillistas Fleitas, Toñanez y, sobre todo, Baby Acosta.
Éstos
fueron de los últimos oriundos en venir por aquí, porque a partir de la
temporada 73-74 se produjo la invasión de extranjeros que todavía perdura. Cada
equipo podía elegir a dos de ellos, sin restricción alguna y los fichajes
tenían que estar hechos y perfectamente firmados las veinticuatro horas antes
de que empezase la Liga,
por lo que el verano de 1973, si no fue el más cálido que se recuerda, sí que
fue el que más hizo sudar a todos los directivos, entrenadores y aficionados al
fútbol en general (bueno, y también a los de tribuna de preferencia). El
inefable Manolete se quedaría en pañales en comparación con el aluvión de
noticias, rumores y globosondas que iban de Europa a América y de América a
Europa, recalando en África. Los que consumieron más saliva y más tinta fueron,
como no, también en aquel entonces, los del Madrid (Netzer y “Pinino” Mas) y los del Barça (Cruyff y Hugo
Cholo Sotil); y no nos olvidemos del Atleti, tercero en discordia tal como
ahora, con Heredia y el “Ratón” Ayala, además de Montero Castillo que fue a un
Granada más solvente que el actual; un Keita que fue al Valencia con el
austriaco Kurt Jara; el portero de la selección argentina, Carnevalli, a un Las
Palmas que todavía contaba algo en esto del fútbol; el “Chupete” Guerini al
Málaga; Carlos Caszely al Levante, en un escandalazo en Chile por la partida de
su estrella, de tal magnitud que tras prohibir su venida a España el mismísimo
presidente Salvador Allende, obligando al Colo-Colo a que le mejorase sus
condiciones económicas, al final pudo venirse tras el fatídico asalto al
Palacio de la Moneda
y el salto al Gobierno de Pinochet, que le quitó al país las ganas de
interesarse por el fútbol… y otros muchos como los Bianchi y Petkovic, que no terminaron
a hostias o en los tribunales con los directivos del Granada y el Málaga
respectivamente de puritito milagro. El Málaga aún protagonizó otro esperpento
más en su intento de fichar a un George Best que ya iba a pasar su último año
en el Manchester United, pero al que tenía a mano gracias al amor de éste por la Costa del Sol; pero se ve
que el futbolista devenido en play-boy compartía mi opinión de que a partir de
los 40 el deporte solo da tullidos, por lo que, aunque él tenía todavía
bastantes menos años, rechazó la oferta y prefirió pasearse todo ese verano por las camas de las tías güenas de Marbella mejor
que por el césped de La
Rosaleda.
Y
ahora que diga en los comentarios alguno de vosotros que no se ha descojonado
con el dato que os voy a dar: entre los 35 equipos de Primera y Segunda
División que no eran vascos, ficharon a 59 jugadores y entre todos se gastaron
la cantidad de… ríete tú del Madrid y Bale… 320 millones de pesetas; ni
siquiera llega la cantidad a dos millones de euros. Y prácticamente un tercio
de esa cantidad se la gastó solito el Barcelona en el fichaje de Johann Cruyff.
Ante
un caramelo tan goloso como era el fútbol español, los representantes de los
jugadores sudamericanos, sobre todo, se trasladaron prácticamente aquí y uno de
ellos, el uruguayo Juan Pedro Garayalde, se aficionó principalmente a la Cruzcampo, las gambitas
y las pesetas del Betis y del Sevilla. De su lista de jugadores consiguió
endosarle a uno de sus pupilos a cada uno de los equipos: Victor Espárrago al Sevilla
y Juan Carlos Mamelli (o Mameli, que la prensa nunca se aclaró con su apellido)
al Betis. Los dos procedentes del Nacional de Montevideo.
Mamelli
le costó al Betis más de ocho millones de pesetas, que aún siendo mucho para
aquellos años, era menos de lo que le pedía el Nacional, equipo en el que
militaba desde 1969 y con el que había marcado en esos años la friolera de 105
goles como 105 soles, de ellos 32 en la última temporada. El Betis, pues, pensó
que había fichado al mirlo blanco que tanto necesitaba para que su delantera
metiese los goles necesarios para el ascenso a Primera. Y consiguió su
objetivo, aunque no subió gracias a él, que solamente marcó 9 tristes goles en
toda la temporada. Eso sí, dos de ellos se los hizo al Sevilla en el primer derby
de esa temporada en segunda, que el Betis ganó por tres a cero. En la
siguiente, en los pocos partidos que disputó en Primera División, ni se estrenó
siquiera y salió despedido por la puerta de atrás.
El
traspaso de Mamelli al Betis fue la gota que hizo desbordar el vaso de la
paciencia de los uruguayos, hartos ya de que todas sus figuras se fuesen del
país, aunque fuesen las postizas que llevaban allí toda su carrera, como era el
caso de éste, que en realidad era argentino. El buen escaparate que supuso para
la selección celeste su participación en el mundial de Alemania hizo que
emigrasen más de cincuenta jugadores de su liga en los dos meses siguientes,
por lo que la federación uruguaya decidió que de ahora en adelante no volvía a
salir del país ni un jugador más sin que lo autorizase previamente el
seleccionador nacional.
El
otro fichaje extranjero del Betis se había realizado ya con anterioridad, y fue
el argentino
Jorge Olmedo, que venía del Deportivo Cali colombiano. Olmedo fue un espejismo que se le apareció al Betis en el trofeo veraniego de la Línea de la Concepción. Pero resultó un bluff y se le reemplazó antes de empezar la temporada siguiente en Primera, premiándole con el pago de toda la ficha que tendría que cobrar durante ese año para que se marchase sin rechistar. Aquí se le recuerda muy poco y no es por los tres goles que marcó en los 26 partidos que jugó sino más bien por su boda por poderes con Miss Colombia y su gusto por las buenas comidas. También fumador empedernido, falleció hace cuatro años, cuando contaba con 65 de edad, de un cáncer de garganta.
Pero aunque al final Olmedo y Mamelli fuesen los extranjeros que se quedaron para jugar durante la temporada, en realidad el primer extranjero de esta nueva era en fichar por el Betis fue Vojin Lazarevic, del que no nos vamos a ocupar aquí ahora porque ya apareció un post en abril enterito para él en este blog. Apenas le dio tiempo a disputar un Trofeo Ciudad de Sevilla desde que aterrizó en el aeropuerto de Torremolinos el 8 de agosto hasta que se volvió a ir por donde vino antes de que pasase un mes. Lo curioso de su caso es que al llegar a Sevilla se trajo consigo a otro futbolista yugoslavo amiguete suyo para que fichase también, pero el Betis ya tenía apalabrado a Olmedo y pasó de él… aunque a lo mejor debería haber hecho justo lo contrario.
Jorge Olmedo, que venía del Deportivo Cali colombiano. Olmedo fue un espejismo que se le apareció al Betis en el trofeo veraniego de la Línea de la Concepción. Pero resultó un bluff y se le reemplazó antes de empezar la temporada siguiente en Primera, premiándole con el pago de toda la ficha que tendría que cobrar durante ese año para que se marchase sin rechistar. Aquí se le recuerda muy poco y no es por los tres goles que marcó en los 26 partidos que jugó sino más bien por su boda por poderes con Miss Colombia y su gusto por las buenas comidas. También fumador empedernido, falleció hace cuatro años, cuando contaba con 65 de edad, de un cáncer de garganta.
Pero aunque al final Olmedo y Mamelli fuesen los extranjeros que se quedaron para jugar durante la temporada, en realidad el primer extranjero de esta nueva era en fichar por el Betis fue Vojin Lazarevic, del que no nos vamos a ocupar aquí ahora porque ya apareció un post en abril enterito para él en este blog. Apenas le dio tiempo a disputar un Trofeo Ciudad de Sevilla desde que aterrizó en el aeropuerto de Torremolinos el 8 de agosto hasta que se volvió a ir por donde vino antes de que pasase un mes. Lo curioso de su caso es que al llegar a Sevilla se trajo consigo a otro futbolista yugoslavo amiguete suyo para que fichase también, pero el Betis ya tenía apalabrado a Olmedo y pasó de él… aunque a lo mejor debería haber hecho justo lo contrario.
El
primer extranjero de la era moderna que fichó el Sevilla resultó ser un
“petardo”, en el más amplio sentido del término. Hector Rodolfo “el Bambino” Veira
era un internacional argentino de larga y desgreñada melena rubia y aires de
pasotilla, al que los vecinos de Nervión enseguida comenzaron a conocer como
“el hippy”, desde que se vino en abril, cuando ya se vislumbraba que los
extranjeros iban a poder jugar y el Sevilla fue de los primeros equipos en
bucear entre las perlas. El contrato por dos años que suscribió no sirvió para
nada porque de la noche a la mañana no se volvió a saber nada más de él. El
Sevilla no aprobaba el régimen de vida del jugador, que era más parecido al de
un delincuente moral que al de un profesional del fútbol y le despidió sin
contemplaciones.
Más
suerte tuvo con el uruguayo que mencionaba antes, Espárrago, que deslumbró a
todos unos meses antes cuando jugó en su selección contra España en el
Manzanares o unos años atrás, con el inolvidable gol que le marcó a Rusia en el
mundial de Méjico, que todavía están discutiendo los rusos y aún les pica
porque les echó del campeonato. Y es que Espárrago era centrocampista, pero
remataba muy bien con las dos piernas y
era un buen goleador. Con el fichaje por el Sevilla pudo hacer realidad su
sueño (¿os suena de algo?) de jugar en España, y el equipo blanco obtenía a un
jugador de ataque y defensa con experiencia y fuerza… que solamente le sirvió
para ser noveno clasificado en la Segunda
División de esa temporada. Después de la siguiente, una vez
conseguido el ascenso, se tuvo que marchar del club porque el Sevilla rescindió
el contrato a todos los jugadores que pasaban de los 30 años de edad, y no pudo
debutar en Primera.
El
otro refuerzo extranjero del Sevilla es uno de los nombres más recordados de su
historia: el gran Biri-Biri. Alhaji Momodó Njie, era un futbolista de Gambia
que había sido cincuenta veces internacional en su país y que llevaba los
últimos seis meses jugando en el Boldklubben 1901 de Dinamarca, a pesar de
llevar un año en aquel país sin poder jugar los primeros seis porque allí el
fútbol era amateur y el jugador debía tener un trabajo estable aparte del
fútbol; por esa razón Biri-Biri tuvo que pasarse todos esos primeros meses
trabajando en una lavandería, hasta poder tener el permiso de jugar al fútbol
también. En este frío país curraba Juan Ramón Rodríguez, un entrenador onubense
que hizo campeón de liga al Randers Frejas y que ofreció los servicios de Biri-Biri
al… Betis. Y luego también al Sevilla, que adelantándose al equipo del Benito
Villamarín porque le urgía cubrir la plaza que iba a quedar libre cuando se
consumase el despido de Veira, se lo trajo a prueba a nuestra ciudad, para
después ficharlo una vez consumada la baja del otro porque le gustaron su
planta y sus modos. Fue éste el primer contrato profesional de Biri-Biri, al
que el Sevilla se comprometió a pagar un millón de pesetas, dándole primero una
cantidad a cuenta… y olvidándose del tema después. Por lo que cuando llegó la
hora de que el negrito se presentase a los entrenamientos todavía estaba en su
casa de Gambia con cara de mosqueo. Ante el agobio de la directiva sevillista,
Biri-Biri les puso un telegrama diciéndoles que como no le mandasen el resto
del dinero no volvía a Sevilla, porque tenía que dejarle montado a su familia
un pequeño negocio (una lavandería, por supuesto, que fue lo que aprendió en
Dinamarca) con el que pudiesen salir adelante. Los aficionados sevillistas se
temían ya lo peor, pero el Sevilla le cursó el resto del dinero y Biri-Biri se
incorporó a la disciplina del equipo.
Y una vez relatado el comienzo de la historia de la merienda de negros en que se transformó el fútbol español con la llegada de los jugadores extranjeros, y aportado para su estudio posterior al menos a un amigo de Colusso y a dos de Kukleta, solo me queda pediros que todos vosotros, amables lectores, si os ha gustado la crónica, hagáis algo que al último de los futbolistas citados, el sin par Biri-Biri, siempre le llamó la atención porque no se explicaba cómo podían hacerlo los espectadores del Sánchez Pizjuán… “¿Cómo hacen para tocar palmas todos juntos…?”.
Y una vez relatado el comienzo de la historia de la merienda de negros en que se transformó el fútbol español con la llegada de los jugadores extranjeros, y aportado para su estudio posterior al menos a un amigo de Colusso y a dos de Kukleta, solo me queda pediros que todos vosotros, amables lectores, si os ha gustado la crónica, hagáis algo que al último de los futbolistas citados, el sin par Biri-Biri, siempre le llamó la atención porque no se explicaba cómo podían hacerlo los espectadores del Sánchez Pizjuán… “¿Cómo hacen para tocar palmas todos juntos…?”.
Artículo cortesía de José Miguel Carrasco (@carrascusblogin)
Fantástico artículo, no me cansaré de repetirlo.
ResponderEliminarLa anécdota de Adorno me encanta, la había escuchado un montón de veces y cuando estaba leyendo lso primeros párrafos del artículo me estaba acordando justo de ella hasta que salió... ¡no se le escapa una señor Carrascus!
Por otro lado, a parte del gran valor de la información contenida, lo que más me ha gustado del artículo es poner en la picota al "Bambino" Veira. No quisiera adelantar nada, pero les digo que próximamente en su blog favorito, amigos... y es un personajazo muy gordo.
Sólo puede uno ponerse en pie y aplaudir.
ResponderEliminarjajaja la última frase de Biri Biri es de traca!! ¿De verdad que dijo eso?
ResponderEliminarRinat, la anécdota de Adorno genial. Me hizo bastante gracia porque (aparte de ser del Celta) me recordó a una que ví recientemente en Twitter, mira la contestación de Quique De Lucas, sublime.
ResponderEliminarhttps://twitter.com/chuzodepunta/status/374116696207810560
Veo que nombra también a Carlos Caszely del que me gustó mucho su historia leída en Futbolistas de izquierdas.
Muchísimas gracias a todos por sus palabras. En realidad es mío el honor de participar en este elenco de plumillas, que han hecho de este blog el mejor de Sevilla y el que más sentido del humor derrocha.
ResponderEliminarLo de la frase de Biri-Biri, al contrario de otros recuerdos del artículo vividos de primera mano, es fruto de la documentación. Pero la fuente es de aquella época y totalmente fiable. Ojalá todo lo que se publica estuviese igual de bien documentado.
Al igual que lo de Caszely, uno de los primeros extranjeros de la época moderna en incorporarse al fútbol español. Y que carga con la ironía de que, a pesar de ser un jugador manifiestamente de ideas izquierdistas, llegó a España una vez que Pinochet se hizo con el poder en Chile, porque Salvador Allende había prohibido tajantemente su salida del Colo-Colo; aunque, eso sí, a cambio de unas mejores prestaciones económicas del equipo.
Espero que hayan disfrutado con la lectura tanto como yo con su escritura. Y reparto abrazos para todos.
Pues una vez leído he de decir que el autor merece que acceda a su petición final, así que: PLAS , PLAS, PLAS, PLAS!!!
ResponderEliminarbusco hombre. zona nervion hoy viernes noche yo pasivo
ResponderEliminarCarrascus, ojo con el último comentario, el del anónimo: creo que es una trampa mortal.
ResponderEliminarNo te preocupes Kol Oke; es el troll de plantilla de este blog. Y la verdad es que hubiese sentido menospreciado si no hubiese aparecido también en mi entrada :)
ResponderEliminarBuenísimo el artículo. Los 70 es mi época favorita de fútbol (será por la edad). Animo al autor a seguir con las siguientes temporadas cuando vinieron Mendieta, Hugo Cabezas, Gustavo Fdez, Brizzola, Módigo...
ResponderEliminarAhí hay tema.
Amigo Rodriguez, Mendieta ya tuvo su minutito de gloria en nuestra web ¡¡no se pierda la anécdota de la carne de mono!!
ResponderEliminarAquí está el enlace: http://colussoscontrakukletas.blogspot.com.es/2011/06/celso-mendieta-ortega.html
Yo tb aplaudo. Completisimo artículo.
ResponderEliminarA mi me ha hecho gracia. La primera vez que escuche la palabra oriundo fue en un libro de fútbol explicando esto... Y no me quedaba muy claro que cojones era eso de un oriundo. Y mi padre no logró explicarmelo tampoco....
Me alegra ver a ese gran Samaranch. Facha en la dictadura, monarquico y democrata en la democracia, con entendimiento con el nacionalismo catalán y seguro que dispuesto a cantar la internacional si aquí hubieran soplado otros vientos. Así fue medrando a base de gusto, y ser nombrado Marques como Del Bosque.
Gran artículo.