JOSÉ JAPÓN SEVILLA

La historia de nuestro protagonista de hoy no se remonta como suele ocurrir en este blog a su nacimiento en alguna época del siglo XX. Ni siquiera se remonta a una época en la que ya existiera el fútbol.

Corre el año 1614 y a lo que hoy se conoce como Coria del Río llega en barco una flota japonesa capitaneada por el samurái Hasekura Tsunenaga. Después de que los miembros de este pintoresco viaje cumplieran su misión algunos dijeron que de volverse para Japón nanay de la China, que el jamón está más rico que el arroz hervido y que el pescaíto frito mola más que el sushi, amén de que les gustan mucho otros productos locales, así que se quedan en tierras sevillanas.

Cuando aquellos japoneses empezaron a reproducirse, sus vástagos necesitaban apellidos, y tuvieron la original idea de apellidarlos Japón, que era mucho más fácil de pronunciar para la población local que Son Goku o Mark Lenders.

Y en ésas estamos hasta que llegamos al 24 de Marzo de 1959, en el que nace un niño que no sólo posee este apellido sino que de segundo le plantan Sevilla y de nombre un muy castizo José. Llega José Japón Sevilla, el coriano perfecto.

Coria siempre fue un pueblo muy futbolero del que salieron futbolistas muy conocidos en nuestra tierra como el bético Rogelio Sosa o el sevillista Manuel Ruiz Sosa (¿será coincidencia lo de Sosa?). Pero José Japón Sevilla tenía más futuro. Su unión entre la picardía andaluza y el temple japonés lo convirtieron en el perfecto elemento para, a través del Bushido, convertirse en el mejor árbitro de todos los tiempos, así que le entregaron un silbato en una solemne ceremonia (en la película pusieron una espada para hacerlo más dramático y a Uma Thurman por poner una mujer de buen ver, pero que conste que era un silbato y era Japón Sevilla).

Quizá si hubieran visto la serie de Oliver y Benji donde ningún árbitro pitaba fueras de juego ni faltas pese a los plantillazos que se daban se habrían dado cuenta de que Japón y el arbitraje no se llevan bien.

Japón Sevilla fue quemando etapas en su carrera arbitral, tuvo momentos delicados, como el día que pitando en preferente un Mijas-Antequerano en 1991 le dieron una paliza, ya que no podía imitar a otros compañeros ya que su código le prohibía hacer el mal. Por lo visto en La Zarza, provincia de Huelva, también le cascaron.

Quizá cuando los apellidos Japón Sevilla llegaron por primera vez a oídos del fútbol nacional fue en la fase de ascenso a Segunda A de 1992. Lugo y San Andrés (señor Mas, lo pongo en castellano y seguro que usted lo entiende, y eso que soy andaluz) se jugaban el ascenso. En un momento dado el defensor lucense Jorge le hizo un penalty clamoroso a un antiguo bético como Calderé. Japón Sevilla decidió no pitarlo y sacarle la segunda amarilla a Calderé por simulación. El Lugo venció 2-1 y consiguió el ascenso, quedándose el equipo catalán con la miel en los labios y un cabreo de consideración. Surgieron protestas desde todos los ámbitos con titulares escandalosos y amagos de pedir la repetición del partido, probablemente fuera el San Andrés el primer equipo perjudicado por una decisión arbitral en la historia por lo que se ve. Hasta Tomás Guasch escribió su pequeño artículo de opinión, y todos sabemos la objetividad que le caracteriza.

En Segunda División se hizo famoso porque en “El Día Después” de aquella época hicieron un reportaje sobre cómo se esmeraba en medir la distancia del punto de penalty a la línea de gol de la portería. Eso hizo pensar al vulgo que era una gran promesa del arbitraje.

En la temporada 1995-96 nuestro héroe llega a Primera División, donde muy pronto se hace notar. Arrasa allá por donde va, pero está claro que para pasar a la historia del fútbol español no basta con ser un pésimo árbitro porque de ésos los hay a patadas, hay que hacer algo más.

Y ese plus llega el 19 de Mayo de 1996, en el antiguo Carlos Tartiere de Oviedo se enfrentan el equipo local y el Real Valladolid. En un partido en el que participaron como futbolistas buenos amigos de esta santa casa como Benjamín, Japón Sevilla batió el récord de la Liga en cuanto a penaltys pitados en un mismo partido. Seis nada más y nada menos pitó el coriano, aunque dicen las crónicas que no estuvo tan mal porque acertó en cuatro. El partido acabó con un pintoresco 3-8 más propio del waterpolo.

Sería el cénit de una carrera que duraría hasta el año 2000, en la que fue descendido a Segunda como peor árbitro de Primera División, y es que si su Betis y el Sevilla se habían ido a Segunda él no podía ser menos, aunque le falló el cálculo, ya que por su edad no podía volver a ascender, así que decidió retirarse y dejar sólo en Primera División como representante sevillano a Medina Cantalejo, otro que con el tiempo también tendría momentos de protagonismo, aunque fuera mucho mejor árbitro que nuestro héroe y tuviera mucho menos misticismo que él. Yo me imagino a Japón Sevilla saliendo de la sede del Comité Técnico de Árbitros tras conocer la decisión, con las manos en el bolsillo de su abrigo, con la cámara enfocando a su espalda mientras se aleja, las hojas otoñales volando por el aire y esta canción sonando de fondo.

¿Qué es hoy de Japón Sevilla? Pues para empezar ha sido jurado en certámenes ciertamente interesantes alejados del mundo arbitral  y por supuesto, como no podía ser de otra manera por ser un mito de nuestro fútbol, pita en la Liga Indoor, donde quizá sea buen árbitro, ya que allí algunos pasan de ser bultos a cracks de manera sorprendente. Y por otro lado, es informador arbitral de esos que critica en el artículo de ABC anteriormente enlazado.

Japón Sevilla, el único árbitro que da título a una canción.