Cuenta la leyenda que en el año 1973 el Real Betis apalabró el fichaje de un exótico
delantero que jugaba en Dinamarca, un
tal Alhaji Momodo Nije conocido como Biri Biri.
Como en aquella época los medios de
comunicación eran escasos y
no había un seguimiento de todos y cada uno de los movimientos de los equipos, los aficionados no solían saber
de las incorporaciones hasta que el jugador no hubiera firmado o sido presentado, por lo que poca gente se enteró del interés bético.
Sea como fuere, parece que los de Heliopolis pretendían que el jugador cogiera
un taxi y se reuniera con ellos en sus instalaciones, pero claro, pretender que
un gambiano sin ni papa de español aterrizara en el antiguo aeropuerto de San
Pablo, cogiera un taxi y se presente en el Villamarín es como pretender que
Babá Diawará sea candidato al balón de oro, así que enterados de la operación y dado que también venían siguiendo al
jugador, la directiva sevillista
acudió al aeropuerto, lo recogieron, se lo llevaron y lo ficharon horas después.
No sé si esta anécdota es cierta o no,
pero en caso de que lo fuera parece lógico que Biri Biri aceptara la oferta del
Sevilla, no solo porque fueran a recogerle y no le dejaran en manos de
cualquier despiadado taxista capaz de llevarlo a Córdoba ida y vuelta con tal
de pegarle el sablazo al africano, si no porque además le reservaron habitación
en la Pensión Florentina de la Gran Plaza y para que no se sintiera solo le
trajeron a un amigo al que incorporaron al equipo. Este amigo es nuestro
protagonista de hoy: Manga.