Señores poca broma. Tener un portero con bigote es
cosa seria, de hecho todos los equipos deberían tener un portero con bigote y
sin embargo escasean. Mal, muy mal. Un guardameta que defienda el arco como Bastón en
el Burgos, Grobbelar
o Ed
de Goeij producen en el delantero rival un respeto casi reverencial que con
total seguridad haga dudar al punta en ese segundo que significa la gloria o el
fracaso y titubear en ese instante con casi total seguridad conlleve el fracaso.
Eso lo saben hasta los entrenadores de Alevines que prohíben a sus guardametas
quitarse la incipiente pelusilla juvenil. Si han sido porteros sabrán de lo que
le hablo, pero el fútbol no siempre es una ciencia exacta y un buen ejemplo de
ello es Jacinto Barroso.
Barroso era portero y tenía bigote. Un mundo
triunfal se abría ante él en su Jaén natal y así lo intuyeron en el Betis pues solo tres temporadas de experiencia repartidas en el Real Jaén y el
Xerez Deportivo fueron suficientes para que la dirección técnica se enamorara de su sobriedad, su juego carente de todo lujo innecesario como palomitas de cara a la galería, su seguridad bajo palos y decidiera incorporarlo al el primer equipo en
enero de 1981 con la intención de rejuvenecer la plantilla y que le
compitiese el puesto a toda una leyenda como Esnaola.
El Betis ya contaba con Campos por lo que serían tres
los porteros que competirían por jugar. A mí personalmente me parece una
tontería tener tres porteros en un equipo si uno de ellos no tiene ficha del
filial, uno se queda sin convocar semana si y semana también y si juega solo es
en partidos absolutamente intrascendentes. Ésta es una circunstancia con la que tuvo que lidiar el
bueno de Barroso durante toda su trayectoria en el cuadro verdiblanco. El caso
que como iba diciendo tres fueron los porteros que tuvo el Betis aquella
temporada y solo uno el que jugó: Esnaola. Campos se quedó inédito y nuestro
protagonista al menos tuvo la oportunidad de debutar con el Betis en un partido
contra el Athletic pero para de contar. No importaba, lo suyo era una apuesta a
largo plazo, había que ser paciente.
En su siguiente campaña la historia se volvía a
repetir. Esnaola lo jugaba absolutamente todo y Barroso tan solo tenía la
oportunidad de mostrar su valía en un partido ante el Barcelona por sanción del
vasco. Mala suerte, habría más oportunidades seguro. ¿Saben cuántos partidos
jugó Barroso a la siguiente campaña? Les sorprendo: un partido y esta vez ni
siquiera de Liga, sino de Copa. El jienense no desesperaba, estaba seguro que
algún día un entrenador llegaría, se fijaría en el efecto hipnotizador de su
bigote para con los delanteros contrarios, confiaría en él y le pondría de
titular… pero el mirlo blanco no llegó y en las siguientes tres temporadas
Jacinto Barroso Marcos jugó la extraordinaria cifra de cero partidos en los que
podemos definir sus actuaciones como correctas, destacando por su seguridad y
temple ante las embestidas rivales… desde el banquillo o la grada. No volvió a
defender la meta bética. Nada. Ni un solo partido.
En la 83/84 subía del filial Salva
y se fichaba a Barandika
convirtiendo a Barroso en el ¡cuarto! portero de la disciplina bética en lo que
sinceramente creo que debe ser un caso único en el mundo, en la 84/85 Esnaola
no deja ni las migajas para los demás excepto un halo de esperanza al anunciar
su retirada del fútbol que resultó una jugarreta más cruel si cabe del destino pues tras pasar todo el verano del 85 trabajando duramente con la intención de convencer al míster de que él debía ser el titular por delante de Salva, va el Betis y ficha a Cervantes del Murcia y éste lo juega todo. Era
demasiado, Barroso había sido paciente aguardando su oportunidad, había
trabajado en silencio y jamás había dicho una palabra más alta que la otra,
pero que en seis temporada jugara un total de dos partidos de Liga y uno de
Copa era más de lo que cualquier persona con un mínimo de amor propio podía
soportar, hasta en las estampitas aparecía con una clásica
imagen de un entreno en vez de en un partido y en las fotos oficiales ya
ven la que tenemos arriba, con chándal y camiseta de jugador.
Para algunos aficionados su marcha al Real Jaén al
término de la 86/87 supuso una sorpresa pues pensaron que se había marchado hacía
años, pero no, Barroso seguía allí, entrenando cada día hiciera frío, calor o lloviese. Quizás no hubo lloros por su salida, ni
despedidas en sala de prensa, no hubo video homenaje, pero si un reconocimiento
interior de algunos aficionados a su silenciosa y poca provechosa labor como es el caso del guardameta del glorioso CK
Unité, Árvaro
Barroso, que casi 30 años después condecoraría a este portero con bigote
anexando su nombre a su apodo futbolístico ¿Acaso es necesario más premio?
Jacinto Barroso todavía tardaría un par de años más
en colgar los guantes, los que estuvo defendiendo la meta del Real Jaén no
sabemos si desde la portería o desde su habitual posición en el banco para
luego reconducir su carrera profesional en el sector bancario. A
ver si lo reconocéis.
Porteros con bigote, sí, por supuesto... pero déjenle jugar, por favor
7 comentarios:
Y por favor, en caso de no tener bigote que lleven el peinado de Capó, el ex del Valencia.
Si no, no se puede uno tomar en serio a un portero.
Genial el 1er párrafo.Aunque yo aún añadiría algo más:con bigote y CALVO.Pero calvo de los de antes,con entradas y cortinilla,no rapado al 0 estilo metrosexual.
¡¡¡¡vivan los bigotes!!!!
¿Capó del Valencia? A lo mejor estoy equivocado pero yo lo recuerdo en el Sabadell, el Celta y antes en el Barcelona Atlético. Un saludo.
Yo recuerdo al Capó delante de mi coche :-S
Con este se cierra la trilogía de suplentes del gran Esnaola no?
De los más carismáticos (el trío calavera de la 83/84) efectivamente amigo Alfonsobis, pero me da que Esnaola tiene muchas más víctimas por descubrir!
Aparte del trío Barroso-Salva-Barandica, de su primera época recuerdo a Chicharro, García Fernández, Campos, Javier y Pedro.
Los dos últimos totalmente inéditos (como Barandica) creo que no llegaron a jugar con el primer equipo. Campos si que era un porterazo que tuvo la mala suerte de coincidir con don José Ramón. Y Salva para mi gusto no era malo, me trae buenos recuerdos de varías victorias en Nervión después de muchos años.
Publicar un comentario