LA PASIÓN SEGÚN MANUEL RUIZ DE LOPERA

Desde 1992 había acumulado un GRAN PODER dentro del Real Betis Balompié pero en los últimos tiempos la jueza Alaya lo traía por la calle de LA AMARGURA. Él, que había conseguido la RESURRECCIÓN de los verdiblancos cuando los sevillistas ya estaban con los cohetes preparados. Él que había conseguido llevar LA PAZ a un Consejo hasta entonces inestable. Él que había logrado que hasta LOS PANADEROS se manifestaran orgullosos en favor de su equipo. Él, que lo había dado todo hasta LA EXALTACIÓN, veía ahora como era obligado a sufrir un CALVARIO y a tener que mantenerse en EL SILENCIO más absoluto.

Mirando a la calle Jabugo desde la ventana de su despacho recordaba con nostalgia aquellos tiempos en los que SIETE PALABRAS suyas bastaban para enaltecer con PASIÓN a todos los béticos que le mostraban su AMOR incondicional y que sin embargo cambiaron para pasar a preferir tenerlo en un MUSEO antes que en el palco del estadio que llevaba su DULCE NOMBRE, que él mismo había construido con sus manos hasta EL BUEN FIN (bueno, a medio fin) y cuya denominación le habían DESPOJADO.

Se acordaba de aquellos NEGRITOS que fichó y que tan bien le habían salido como Finidi o Assunçao y eso que alguno no le había salido precisamente BARATILLO, como fue el caso de Denilson que en aquel momento era LA ESTRELLA más prometedora del balompié mundial. ¡Ay si le hubieran dejado! ¡Hubiera sido capaz de vestir a hINIESTA de verdiblanco!

Hasta el “Huracán” dEL POLÍGONO le había dado una BOFETÁ y aquella era una LANZADA que ciertamente no esperaba. Muchos de los que le criticaban no sabían hacer LA O con un canuto pero finalmente fueron mayoría y tuvo que dar pasos atrás hasta quedar en LA SOLEDAD más absoluta en la cual se sentía CAUTIVO.

Rememorando aquellos tiempos se le quitó el hambre. El recuerdo le había dado LA CENA y, sinceramente, apenas confiaba ya que LAS AGUAS volvieran a su cauce. Todas LAS PENAS se lo comían por dentro pues parecía que no había REDENCIÓN posible. Su nombre se borraba de la memoria y LOS ESTUDIANTES más jóvenes ni siquiera sabían quién había sido aquel que en el 92 bajó de los cielos y se posó en EL VALLE de Heliópolis con una misión muy particular: calmar LA SED de unas criaturas que pasaban por la QUINTA ANGUSTIA en otros tantos años.  

No sabían quién era donmanué y eso era demasiado, así que mientras EL SOL se ponía lentamente sobre el horizonte, tuvo una epifanía y con absoluta clarividencia supo que aquel era su SANTO ENTIERRO en vida y aunque Huguito, su simpático CACHORRO de husky siberiano, siempre lograba sacarle una sonrisa en su decrépita cara casi CANINA, la procesión iría por dentro hasta el final de sus días.

Mientras llegara LA SENTENCIA ésta sería la Pasión según Manuel Ruiz de Lopera.