ANTONIO VALENTÍN CASANOVA

14 de febrero, que fechan tan preciosa. “El día del amó” que diría mi tata Paqui. ¿Y qué mejor jugador podríamos sacar para en este día en el que las parejas pasean por la ribera del Guadalquivir, los enamorados graban sus iniciales en los alcornoques del Parque María Luisa y los floreros ofrecen a un precio razonablemente más elevado el regalarle a tu amorcito una preciosa flor porque  se ha empeñado en celebrar el jodido día de los enamorados con un sutil “Cari, mañana salimos ¿no?” que Antonio Valentín Casanova? Que nombre, que poesía. Valentín Casanova. Valentín  si, como San Valentín, el  enamoradizo santo de rubios y rizados cabellos, pero Casanova también, como Giacomo, conquistador indomable de féminas y ese era Antonio Valentín, un chico enamoradizo pero que a la vez las volvía locas por su irresistible sensibilidad.

Además era bueno jugando en fútbol y era el goleador de todos los equipos en los que jugaba, por lo que el tío partía la pana en su Córdoba natal y en Palencia, donde también anduvo peloteando, hasta que Retamero se enteró que Cuervas le había echado el ojo a aquel sensible y goleador don Juan y en una historia de celos y traición lo acogió en su seno como venganza por robarle de su lado a Diego, Conte y Carvajal. El presidente del Betis no tardó en mostrar que era la nueva conquista del prometedor delantero e incluso le piropeaba en público le llamándole cariñosamente “mi mirlo blanco” pero aquello no era amor verdadero... Amor verdadero es otro. 

Valentín permaneció cuatro temporadas (dos en primera y dos en segunda) en el Betis en las que ni fu ni fa. Jugó un total de 92 partidos entre liga y copa en los que marcó once goles y solo fue titular indiscutible con Eusebio Ríos, Cayetano Ré y Buenaventura en aquella aciaga 88/89, pero al resto de entrenadores nunca llegó a conquistarlos del todo a pesar de su fama. Tampoco la afición verdiblanca fue embrujada por su sensible vis atractiva y ni mucho menos algunos compañeros con un concepto del amor un poco más cavernícola como el Puma Rodríguez, que no entendió la prosa y musicalidad que hay en la palabra “pesetero” y aprovechó un día que Valentín estaba desprevenido para asestarle una guantá  con la mano abierta que dejó a nuestro protagonista semiconsciente en el suelo mientras angelitos con arcos daban vueltas por su cabeza.

En verano de 1991 el Betis y Valentín decidieron que lo suyo no funcionaba y él gallardamente se marchó para conquistar Castellón,  Córdoba y Extremadura, antes de que su encanto fuera apagándose poco a poco y solo diera para asediar a equipos menos agraciados como el Don Benito o el Montilla, pero en todo ese tiempo el Betis nunca llegó a salir de su corazón y cada 14 de febrero en un acto de puro romanticismo, Valentín le manda un mensaje de amor a su dama de 13 barras. Primero fueron las cartas y postales; luego llegaron los correos electrónicos; después los SMS, el Messenguer y el Facebook y actualmente cuando ya han pasado casi 23 años desde su último beso, a Valentín le suena su alarma en del móvil y aprovechando los minutos muertos de su visita al baño de media mañana después del café y la tostada, utiliza el servicio de mensajería Whatsapp instalado en su smartphone para enviarle mensajes cargados de dulzura con diálogos de Pretty Woman y emoticonos bonitos. ¿Es o no es adorable?