Recio macho
alfa venido a la luz en Sevilla un 18 de noviembre de hace 48 años. Los nenes
suelen nacer con una mata de pelo en la cabeza que tiende a caerse con el paso
de los días, pero éste no era el caso del vigoroso Manolo Momparlet que nació
directamente con pelo en el pecho y su matorral no hacía más que desarrollarse
por todo el cuerpo de tal manera que su madre tuvo que afeitarle la barba en su
tercer día en el mundo y apenas se gastó dinero en pijamas en los primeros meses
de vida pues el niño tenía un sistema de autoabrigo digno de estudio de los
prestigiosos.
De gran
torrente de voz, de joven era aficionado al buen cante por rumbas y canciones
melódicas llenas de sentimiento con las que amenizaba a su cuadrilla siempre
acompañado de un buen potaje de garbanzos que degustaban con ganas mientras
escuchaban aquella maravilla vocal de la naturaleza pero cuando de verdad se
paraba el tiempo era cada 24 de diciembre en la Misa del Gallo cuando Momparlet
se arrancaba por villancicos en clave de bulerías y fandangos que hacían llorar
hasta a los mismísimos miembros de la familia
Montoya y que sin duda fueron influencia profunda en ese
disco imprescindible del cante navideño que es “De Utrera a
Belén”. Aquí tenemos un excepcional y exclusivo documento que acredita
que no exageramos ni un pelo.
Sin embargo su
futuro no estaría ligado al de Bertín
Osborne o José
Manuel Soto, pues además de unas cuerdas vocales fuera de lo
común, Momparlet poseía unas cualidades deportivas privilegiadas lo que le
llevaron a desarrollarlas a través del balompié ya que por aquel entonces
alguien con una pinta tan rural como la suya podía dedicarse a este noble
deporte como profesional sin ningún tipo de complejos. Lógicamente su imponente
aspecto tenía más juego en el centro de la defensa que en cualquier otra parte
del campo. Sobrio, cumplidor y poco amigo de las estridencias, su propia
presencia hacía temblar a los delanteros rivales por lo que no le fue difícil
entrar en las categorías inferiores del Real Betis Balompié e ir progresando
paso a paso. Tras una breve pero refrescante estancia en el PD Santa Eulalia llegó al filial
verdiblanco en el que se asienta con pasmosa facilidad destacando incluso en la
faceta goleadora pues en su primera temporada en el filial fueron diez los
goles que llegó a anotar, cifra que redujo a la mitad en su segunda temporada
pero que no dejan de ser altas para un defensa.
Nadie dudaba
que su destino estaba en el primer equipo, sin embargo ni Mortimore, ni
Buenaventura, ni Ríos, ni Cayetano
Ré tuvieron a bien darle una oportunidad y a pesar de
la mala marcha del equipo (que acabó descendiendo) prefirieron tirar con los Hierro, Job y
compañía antes que confiar en el guardián de la zaga filial. Momparlet nunca
llegó a debutar con el Betis en partido oficial aunque sin embargo sí
llegó a salir en los cromos a causa de que Melenas causó baja
pues fue cedido al Huelva como bien
recordaba su propia estampita,
lo que a nuestro juicio viene a ser como casi debutar o incluso mejor
pues habrá niños de la época que siempre lo recordarán con la elástica
verdiblanca por este motivo. ¿O cómo se piensan si no que un portero como Pedro
llegó a estas páginas?
El descenso y la
falta de oportunidades le hicieron replantearse su futuro cambiando de equipo
aunque no de colores pues fue el Córdoba CF quien le brindó toda su confianza.
Dos campañas en la ciudad califal y otra más en el Atlético Marbella (todas en
2ªB) le fueron suficientes para convencer a todo un club de primera división
como el Rayo Vallecano de que Momparlet era su hombre para apuntalar la zaga.
En Vallecas no jugó mucho pero rápidamente se convirtió en un referente para la
afición que le aclamaba con la ya mítica e imperecedera pancarta que los
aficionados sacaban en cada partido y que rezaba aquello de “MOMPARLE
MOZTRUO”.
A pesar de que contaba con el cariño de la grada, los entrenadores del
equipo incomprensiblemente no acababan de depositar toda su confianza en él, motivo por el cual nuestro protagonista tomó la acertada decisión de aceptar la
oferta de un pujante CP Mérida, por aquel entonces en segunda
división y que consiguió un histórico ascenso a Primera de la mano de Sergio
Kresic. Fueron
años de ascensos y descensos en los que Mérida, con el recordado presidente
José Fouto a la cabeza, se puso en el mapa futbolístico nacional por medio de
un equipo capitaneado por nuestro protagonista que contaba en sus filas en con
viejos conocidos de la ciudad como Paco
Leal, los expeditivos Salguero (que lucía un ridículo
bigotillo) y Loren en defensa; la dinamita de Correa y la
brega de Antonio Reyes en el medio campo o el pundonor y ánimos que desde el
banquillo transmitía el ex bético Monreal.
Pieza básica no
solo en el terreno de juego, sino también en el vestuario, Momparlet sufrió una
desgraciada lesión de tibia que le acabó retirando del fútbol en 1999 y casualidad
o no su retirada coincidió con el fin de la época dorada del fútbol extremeño y
con la definitiva desaparición del CP Mérida que asfixiado por las deudas tuvo
que refundarse tan solo un par de años después de que su gran capitán colgara
las botas para desarrollar otro tipo de labores en los despachos del club.
Lopera, siempre
atento a este tipo de descomposiciones institucionales, no desaprovechó la
oportunidad y pescó a Momparlet en 2003 al que convirtió en su hombre
fuerte en la parcela deportiva, sin embargo su nueva etapa
en el Betis no fue todo lo exitosa que cabría desear y a pesar de que coincidió
con los años en los que el Betis llegó a la Champions y ganó la Copa (aunque
bien es cierto que precisamente esa temporada la secretaría técnica estuvo
comandada por Serra Ferrer y Stosic) los aficionados de no
guardan muy buen recuerdo
en su labor como descubridor de nuevos talentos, opinión con la que estamos en
absoluto desacuerdo en esta casa pues gracias a él hemos podido disfrutar en
nuestras páginas de artistas del balompié como Tote, Contreras, Somoza, Babic, Vogel, Odonkor, Pancraté, Sobis, Pavone o Sunny por citar tan solo algunos. ¿Seguís creyendo que no debéis
agradecer nada a Momparlet? ¿De qué os creéis que vivimos nosotros? (aunque ejemplos como el de Jaime Pérez -que declaró que a su vuelta al Betis tras la cesión Momparlet no sabía ni de su existencia- no ayuden a defenderlo)
La
llegada de Luis Oliver acabó con el despido del otrora canterano lo que derivó
en un feo asunto de demandas judiciales de las que desconocemos su resultado. Lo
que sí conocemos es como Momparlet no se vino abajo tras este varapalo y en vez
de desesperarse por engrosar la cola del paro miró al futuro con optimismo y
alegría, vio que se le abría una nueva etapa en su vida y se formó en una nueva
y apasionante profesión como es la de topógrafo, pasando del césped a los obra
para intentar conformar lo que la dirección deportiva no le dejó: Una obra de imperecedero recuerdo como la
Torre Pelli.
5 comentarios:
Habría que hacer un premio anual tipo Príncipe de Asturias, el Colussokukletín Dorado, el Nobel del colussokukletismo, para honrar como se merecen a hombres como Mompi que tanto han hecho por esta bitácora.
Joder, me consta que Momparlet en alguna época jugó en el Betis, pero no sabía que ni siquiera llegara a debutar, y mucho menos que acabara dejando el mundo del fútbol para meterse en un proyecto tan ostentoso como el de la Torre Pelli... De estas cosas solo nos podíamos enterar gracias a vosotros, sois unos cracks!
La pancarta de "Momparle moztruo" está al nivel de aquella de La Rosaleda de "Catanha harno la gaviota" #Verídico
¡Qué mítico aquel Mérida de mediados de los 90!Con Loren,Leal,Correa,Sinval o Marcos Martín,que se fue del Sevilla a Mérida.
Momparlet desde luego hizo más méritos como director deportivo que como jugador para salir aquí,siendo un buen representante de rudo y varonil.
Por cierto,habéis nombrado a Correa,jugador del Sevilla en la 98-99 y al que aún no hemos visto por aquí,habiendo hecho méritos de sobra para hacerlo...
Momparlet no era director deportivo. Momparlet era lo que es hoy en día Manu Fajardo: un mandao que hace las veces de director deportivo, porque todos los equipos del mundo deben tener un director deportivo, aunque sea un figurante.
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