Aquivaldo Mosquera nació el 22 de junio de 1981 en la siempre cosmopolita localidad colombiana de Apartadó, de origen humilde, sus padres siempre trataron de inculcarle al joven Aquivaldo una exquisita educación, es por ello por lo que lo tenían acostumbrado a siempre saludar con un “Buenas tardes” cuando llegara a un sitio, pero ojo, no con un “buenas tardes” general, no, los padres de nuestro protagonista de hoy, a pesar de no poder pagarle los mejores colegios, si que podían enseñarle las normas más exquisitas de educación, es por ello por lo que cuando el niño Aquivaldo entraba en un sitio saludaba individualmente a cada persona que allí se encontrara, así no era raro ver como se montaba en el autobús para ir a entrenar y al comprar su billete saludaba al conductor y acto seguido a todos y cada uno de los pasajeros que estuviera montado en el autobús: “Buenas tardes… buenas tardes, buenas tardes, hola buenas tardes,…) Al llegar a los campos de entrenamiento del Atlético Nacional, club donde se formó, la operación se repetía y Mosquera saludaba individualmente a los utilleros, preparadores físicos, entrenadores y compañeros, esto hacía que dentro del vestuario se ganara el mote de “La Barrera” ya que mentalmente todos sus compañeros ponían una barrera cada vez que éste les hablaba con tal de no escucharle, ya que no todos comprendían del todo las exquisitas formas que los señores de Mosquera inculcaban en su hogar, lo que unido a la cara de bonachón del zaguero le hacía blanco de todas las bromas dentro del vestuario. A pesar de ello, el joven Aquivaldo no se dejaba amedrentar por los burlones comentarios de sus camaradas y hablaba donde realmente tenía que hablar: en el campo y en su hábitat natural podemos asegurar que nadie le tosía.
Su buen hacer como zaguero unido a aquello de que lo llamasen “La Barrera” y a sus buenas maneras, llamaron la atención del Pachuca, equipo del emergente fútbol mejicano, que lo adquirió en el verano de 2005 y previa presentación del jugador en la que Aquivaldo saludó a todos y a cada uno de los presentes, incluidos los miles de aficionados que poblaban la grada para ver su primeros minutos como jugador del Pachuca, lo que retrasó unas cinco horas el horario previsto, Mosquera se convirtió en un autentico comandante para el Pachuca, donde gobernaba desde la retaguardia con una consigna clara “o pasa el balón o pasa el jugador, pero jamás pasarán los dos mientras Aquivaldo Mosquera esté delante”. Esta bravura no pasó desapercibida para los periodistas de todo el continente que le otorgan el Balón de Oro al mejor defensa de Sudamérica en la temporada 2006/07, lo que Aquivaldo agradeció efusivamente, no ya saludando, si no abrazando a todos y a cada uno de los presentes en la gala de premiados.
Parecía lógico que un jugador de su nivel diera el salto al fútbol europeo en breve, por lo que la competencia por hacerse con los servicios del central colombiano era feroz, sus referencias eran intachables y por si no fuera suficiente estos motivos para pagar una millonada por este jugador, el seleccionador colombiano volvió a acordarse de nuestro protagonista lo que acabó de disparar su valor, y finalmente tras durísimas negociaciones, Mosquera se decidió por recalar en el Sevilla FC, que un año antes lo había ganado casi todo, que disputaba la Champions y que estaba dispuesto a poner 8 millones de euros sobre la mesa para contratarle, convirtiéndole en uno de los fichajes más caros de su historia.
Lo primero que hizo el equipo de protocolo del Sevilla FC cuando el colombiano llegó fue poner grandes medidas y barreras de seguridad en su presentación, pero no para impedir a las masas abalanzarse sobre su nueva estrella, si no porque, advertido por su anterior equipo, temían que Mosquera se pusiera a saludar hasta al apuntador y tardaran horas en salir de allí. Una vez realizado el trámite de presentación ante los aficionados y la prensa, tocaba presentárselo a sus compañeros y aquí, la exquisita educación de Mosquera le hizo ganarse el respeto del vestuario ipso facto, cosa que despertó los celos de ese hombre con corazón negro y cartera rebosante, amante de los grandes proyectos deportivos llamado Juande Ramos que no podía aguantar que el sevillismo tuviera un nuevo ídolo que no fuera él, así que en los primeros partidos del colombiano y con éste en fase de adaptación, se dedicó a ridiculizarlo asegurando que él no había pedido a tan magno defensa, que no lo conocía o señalándolo como culpable de los desbarajustes defensivos cambiándolo a mitad de partido cada vez que jugaba. Esto puso nervioso al pobre Aquivaldo, que no empezó con demasiado buen pie, cometiendo algunos errores impropios en él. Además la trágica muerte de Antonio Puerta y la posterior deserción de Juande Ramos sumieron al club en un clima enrarecido.
La prensa y gran parte de la grada comenzaron a cebarse con el colombiano de una manera bárbara, no siempre con justicia, por su lentitud e inadaptación al fútbol europeo, señalándolo como culpable de casi cualquier mal partido del equipo sevillista, pese a todo Mosquera disputa casi 30 partidos aquella temporada, con la ilusión de confirmar en la siguiente el por qué de su fichaje. El fichaje de Squillaci parece relegarlo a la suplencia, pero la baja de Dani Alves y el escaso rendimiento de su sustituto Konko hacen que Mosquera se ofrezca al servicio del equipo como lateral derecho, lo que no hace más que aumentar las abultadas críticas a Aquilvado llegando al punto en el que el hombre bueno, educado y siempre correcto explotó y fuera de sí amenazó a uno de los periodistas que lo machacaban día sí y día también. Como hombre de exquisitas maneras que es, pidió perdón por este lamentable hecho e incluso se especuló con su salida del club, pero La Barrera no se rinde tan fácilmente, sabía que los auténticos hinchas estaban con él y en el siguiente partido que disputó, contra el Numancia, un enchufado y megamotivado Aquivaldo dobló al hermano de Marco Navas en un lance del partido, recibió el balón y marcó un golazo que hizo explosionar de alegría a todo el estadio que lo ovacionó mientras corría a celebrarlo, pero el árbitro, de corazón negro y posiblemente bajo mandato de Juande anuló el gol por mano y con ello la ilusión de miles y miles de personas que creen (o creían hasta ese momento) en los finales felices. La grada reconoció el partido del colombiano, pero éste no volvió a ser el mismo. Su gesto bonachón tornó en triste y cada vez que llegaba a un lugar saludaba con un pírrico “Buenas tardes” general, gris y desanimado, por lo que la dirección deportiva del club decidió traspasarlo al América de México al terminar la temporada por casi la mitad de lo que había costado, club donde aun continua, donde marca goles de verdad, donde es un autentico ídolo, donde ha vuelto a recuperar su nivel de antaño y sobre todo, donde ha vuelto a ser feliz, no siendo extraño encontrárselo por las calles del DF mientras caminando a saltitos saluda a todas y a cada una de las personas que se cruza con un sonoro “Buenas tardes”. A partir de hoy tendrá un motivo más para alegrarse: Es uno de los artículos más largos de Amigos de Colusso contra Amigos de Kukleta. Su historia, sin lugar a dudas lo merece.
Buenas tardes.
8 comentarios:
artículo muy justo con Mosquera, me gusta...
Probando, probando A Mosquera le gustaban las gambas, probando...
aah, asi es como se hacen en renaldinhos los comentarios... asi si, hombre. Por cierto, buenisimo el articulo
Todo correcto en los comentarios, Rinat. Mucho trabajo da esto d emantener un foro jajajaja
Y que lo digas Cyborg! a veces es ingrato jejeje
Tarde, pero por fin he llegado.
Deseaba ver un correctísimo y educado post sobre Mosquera, uno de mis jugadores favoritos de los últimos años. Hizo que olvidáramos a Javi Navarro. Su contundencia estaba más allá de toda duda. Hasta se de buena mano que Jiménez se planteó en alguna ocasión sentar al mismísimo Kanouté y utilizarlo en punta por su rebosante calidad.
Y ahora, el que quiera, que se de cuenta de que me callo lo que querría decir porque podría salir fuego del teclado.
GGGGGGGGRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!!!!!!!!!!!!!!!!!
¡¡Queremos Fuego!! ¡Fuego y Sangre! ¡No te cortes!
A Mosquera, le gustaban las moscas, que malo era, pifiada de Monchi.
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