Es muy propio de adolescentes
pensar que uno es especial, que todo el mundo está en tu contra, que lo que te
pasa sólo te pasa a ti. Cuando vas haciéndote mayor te das cuenta de que no, no
eres especial. Eres sólo una gota en el océano, un grano de arena en el
desierto, una rubia con las raíces negras y el pelo ondulado con espuma
estudiando peluquería, el mínimo común denominador.
Todo lo que tú haces o todo lo
que te pasa tiene un precedente. ¿Crees que eres el único que ha decidido
cruzar por otro paso de cebra más adelante porque has visto venir de frente una
muchacha de buen ver y querías verla de cerca? ¿Crees que eres el único que
cuando la ha visto de cerca se ha dado cuenta de que la muchacha le dobla la
edad y no la tocaría ni con un palo, lo cual te hace darte cuenta de que tu
vista de lejos ya no es lo que era, lo que te lleva a pensar que deberías ir al
oculista, pero nunca llegas a hacerlo?
No, no eres el único. No eres
especial.
¿Crees que eres el único que ha
cogido su equipo en el videojuego y ha ganado diez Copas de Europa
consecutivas quitándose una infinitesimal parte de la frustración que conlleva
que tu equipo, capacitado para tirarse cuatro décadas sin catar nada, nunca va
a acercarse mínimamente a tal triunfo?
No, no eres el único. No eres
especial.
¿Y crees que eres el único que ha
fichado los
cracks que nunca verá en su equipo, cracks que sólo vendrían cuando estén bien
cascados y tengan poco
que hacer ya en el fútbol?
No, no eres el único. No eres
especial. Pero está bien soñar, y pensar que se puede conseguir cualquier cosa.
Y un buen día te encuentras con que el Sevilla gana cinco títulos en dos
temporadas o que el Betis ficha a uno de esos cracks mundiales cuya presencia
en nuestra ciudad parecía imposible, como Finidi George.
Está bien pelear por tus
ilusiones, por muy descabelladas que sean, y eso hicieron los directivos
béticos el verano de 1974, cuando estuvieron a pique de conseguir ponerle la
camiseta de las trece barras a uno de los mejores centrocampistas de la época.
Wolfgang Overath, nacido el 29 de
Septiembre de 1943 en Sieburg, Alemania en plena II Guerra Mundial. Empezó a
jugar en el equipo de su ciudad natal, antes de pasar a filas del equipo más
grande la región, un Colonia que le disputaba la supremacía de la Bundesliga al Bayern
Munich sin demasiado éxito.
Overath es el jugador más mítico
de la historia del Colonia, donde permaneció desde 1962 hasta 1977, siendo el
jugador que más partidos ha disputado con la camiseta del club, un total de 409
en una época donde las competiciones eran más cortas que hoy día, y ganando una
Liga y dos Copas de Alemania. Sólo se retiró tras unas disputas irreconciliables
con el entrenador de turno. Su posición como icono del Colonia pasó a otro
nivel cuando en 2004 accedió a la presidencia del club, cargo que ocupó hasta
2011.
Como centrocampista organizador
elegante, técnico y buen pasador, formó parte de la Selección de la República Federal
Alemana durante muchos años (81 partidos, 17 goles). Disputó tres mundiales,
jugando en total 19 partidos en fases finales, todos como titular, por lo que
es uno de los jugadores con más presencias en el máximo torneo en toda la
historia (llegó a ser el que más, pero la ampliación a 24 selecciones primero y
a 32 después le hicieron bajar puestos en el ranking, es superado por Matthaus,
Maldini, Maradona, Seeler, Zmuda, Cafú, Lato y próximamente por Klose).
Igualmente posee, junto a Beckenbauer, el record de poseer la medalla de oro
(Alemania 1974), la de plata (Inglaterra 1966) y la de bronce (México 1970, con un gol suyo) del
Campeonato del Mundo.
Fue precisamente tras proclamarse
Campeón del Mundo, en el verano de 1974, cuando el Betis trató de hacerse con
sus servicios. La cosa estuvo tan avanzada que incluso se redactó el contrato
con todos sus detallitos, hasta Overath lo firmó como puede observarse en estas
imágenes extraídas del tercer volumen de la Historia del Betis editado en 1982 por Biblioteca
de Ediciones Andaluzas.
Al final no pudo ser por eso que
los periolistos llaman los “pequeños flecos” (parece ser que el jugador dejó todo a expensas de lo que decidiera su señora y ésta dijo que nones), y Overath nunca se puso la
camiseta del Betis, pero el mensaje es que siempre se puede soñar. Seguro que
el año que viene tenemos algún crack mundial por aquí. Todo es ponerse.
1 comentario:
Y para los incrédulos conste que esto es absolutamente cierto. Yo ya peino canas y me acuerdo perfectamente de aquellos rumores que al final desgraciadamente quedaron en nada. Era un pedazo de crack.
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