¡Qué bonita ciudad es Budva! Pocas serán
las personas que en una virtual conversación casual no te hablen de las
bondades de esta bella ciudad montenegrina, del olor de sus calles, de la
amabilidad de sus gentes o de lo azul de
su cielo y si para colmo indicas que tu lugar de procedencia es Sevilla, pocos
no, ninguno podrá resistir preguntarte sobre de uno de los ciudadanos más
ilustres de la ciudad a la que el Mar Adriático no baña, acaricia: Igor
Gluscevic.
Nacido bajo las faldas de tan insigne
municipio un alegre 30 de marzo de 1974, su familia estaba muy posicionada
políticamente y era defensora de Tito, pero no del Mariscal Tito, si no del tito
Luis Gluscevic, concejal de juventud y ocio de Buvda que al poco que pudo
colocó a un joven Igor en los benjamines del equipo local, pero pocos pudieron
descubrir tan burda maniobra de tráfico de influencias porque la verdad es que
al chiquillo parecía que se le daba bien lo de la pelota y en un par de semanas
se hizo el líder indiscutible del equipo.
Poco a poco fue progresando hasta que con
18 años disputa sus primeros partidos como profesional gracias al Mogren. Sus
190 centímetros de altura y su determinación en el área le hicieron marcar
veinte goles en 59 partidos, lo que llamó la atención del equipo bandera de
Montenegro, la Vojvodina, aunque los tiempos convulsos que vivía la zona le
hicieron permanecer poco tiempo pues se antojaba necesario salir de una zona en
pleno conflicto bélico lo antes posible.