CARLOS REINA ARANDA

No me lo negaran, sin duda a toda una generación de chiquillos nacidos a principios de los 80 la serie Campeones les metió el gusanillo del fútbol en el cuerpo. Las aventuras de Oliver, Benji, Tom, Mark Lenders o Bruce Harper eran seguidas por millones de niños que cada tarde esperaban impacientemente a que fueran las 20:30 para reunirse ante la pantalla del televisor para ver su serie favorita y así posteriormente intentar emular en el patio del colegio las jugadas que sus héroes les brindaban en cada capítulo. Carlos Reina Aranda no fue una excepción de tierno infante que se creyó al pie de la letra aquella consigna de “el balón es tu amigo”, tal es así que desde muy pequeño ya trabajaba muy duro en su Málaga natal para poder llegar a conseguir un gol de dimensiones estratosféricas como los que marcaban sus ídolos, así que seguía a pies juntillas los entrenamientos que practicaban los integrantes del New Team o del Tohu para intentar mejorar sus cualidades balompédicas, por lo que no era raro verle en la Malagueta pegar crujinazos contra las olas o rondar por El Palo (su barrio) sin dejar caer el balón al suelo. Hasta que un día un ojeador del Real Madrid que andaba por la zona, lo vio y consideró que el muchacho, dada su cabezonería triunfaría en el Real Madrid, así que se lo llevó para el equipo capitalino, donde el bueno de Carlos trazó un plan para logar su gol maestro, ese gol de dibujos animados que le haría pasar a los anales de la historia… y bueno, lo cierto es que ni en el filial madridista ni en el primer equipo, con el que llegó a disputar la Champions League, ni tampoco en el Numancia, Villarreal o Albacete consiguió coger el balón en su propia área, correr con los codos al aire, regatear a todos los contrarios con filigranas y saltos inverosímiles, llegar al área y meter todo un señor gol, pero llegó a Sevilla en la temporada 2004/05 como fichaje de gran futuro y amigo, la cosa cambio…

¿Y qué clásica jugada de Oliver y Benji pudo por fin ejecutar Aranda? ¿La catapulta infernal quizás? ¿El tiro con efecto? ¿La chilena tras un salto de tres metros? ¿El tiro del tigre que deja congelado al portero, rompe la red, destroza el muro del campo, se lleva por delante a 7 u 8 espectadores, sale a la calle y golpea violentamente a una inocente viejecita que pasaba por allí sin consecuencias catastróficas? Pues no. La jugada que el bueno de Carlos Aranda eligió para pasar a los anales de la historia fue el tiro combinado que en su día popularizaran Tom Becker y Oliver Hutton,  el compañero elegido para ejecutar esta magistral proeza fue nada más y nada menos que La Bestia Baptista y el escenario el Ramón Sánchez Pizjuán, en Copa de la UEFA (para mayor repercusión internacional) en el partido de liguilla que enfrentaba al Sevilla FC y al Aachen. El árbitro hizo sonar su silbato para dar comienzo al partido, Aranda cerró los ojos y pensó “Hoy voy a cumplir mi sueño” y siete minutos después un centro de Jesús Navas fue a parar entre Baptista y Aranda que como si pudieran leerse el pensamiento dispararon al alimón, lograron uno de los goles más grandes jamás vistos en el coliseo nervionense.

La búsqueda del gol definitivo dejó extasiado a Aranda que bajó su rendimiento en el Sevilla no volviendo a dibujar ninguna jugada de tiralíneas durante los 27 partidos que jugó, en los que, eso si, anotó 4 goles, por lo que desde la cúpula directiva le enseñaron la puerta de salida (alegando mala conducta extradeportiva, cosa que él negó tajantemente) por lo que recogió sus bártulos y comenzó una peregrinación por equipos como el Albacete, Murcia,  Granada 74, Numancia y Osasuna donde aún sueña con brindar a los aficionados un gol tan fantasía como el que consiguió aquella noche de un 4 de noviembre en la que Aranda logró su sueño y con él miles de chavales que siempre pensamos que los sueños se pueden hacer realidad.