Si nuestro anterior post estaba dedicado al “Apátrida” Ladinsky, este tiene necesariamente que estar dedicado a su complemento perfecto: Celso Mendieta Ortega, y no porque se complementaran en el campo cual Oliver Atom y Tom Baker, durante las dos temporadas que coincidieron en el conjunto bético, que también, si no porque si hablábamos anteriormente que Attila se adaptó a la noche sevillana de una manera cuasi-galáctica, Celso no se le quedaba atrás, formando un tándem realmente demoledor.
Nacido en la bella capital paraguaya de Asunción al calor que proporciona la lumbre imprescindible en cualquier hogar durante el duro invierno sudamericano un 28 de julio de 1949, el joven Celso, de profesión goleador, llega al Betis en 1974 procedente del Guaraní, después de haber sido rechazado por Las Palmas tan solo un año antes. Fue uno de los jugadores que más y más rápido se adaptó a la buena vida sevillana, de hecho, se cuenta que al segundo día de llegar ya tenía a cuatro chavalas esperándole en la puerta cada día, lo que extrañó a sus compañeros, hasta que Rogelio se atrevió a preguntarle por este hecho, Mendieta le respondió que su padre, con 64 años, comiendo carne de un mono que había en la selva de su país, hacía el amor cuatro veces al día y la respuesta de Rogelio quedó para los anales de la historia: “Pues no cuentes eso aquí porque va a valer un mono más que un Mercedes Benz”.
Fichado como extranjero, no tardó, a pesar de sus rasgos indígenas, en adquirir la nacionalidad española, lo que le permitió, al contrario que a Ladinsky, ayudar a los Megido y compañía en la consecución del título de Copa de 1977, en la que fue su última temporada en el equipo bético, ya que al llegar el verano y a causa de distintas faltas disciplinarias (protagonizó una espantá a Paraguay al parecer por una supuesta “incompatibilidad” de su mujer con Sevilla) le separaron de su compañero de aventuras nocturnas, tras tres campañas, 52 partidos y 3 goles como bético siendo traspasado al Zaragoza, por aquel entonces en segunda, con el que se proclama campeón de la división de plata y donde coincide con su compatriota Arrúa o con un joven central yugoslavo llamado Radomir Antic. Tras el ascenso a primera, Celso se convierte en habitual del banquillo maño, por lo que es traspasado al Cerro Porteño de su país de origen, donde volvió a ser feliz degustando la exquisita y afrodisiaca carne de mono, viviendo una apacible vida de ganadero, tras colgar las botas, hasta que unos cacos osaron molestar su sosegada existencia, robándole un cuantioso botín.
1 comentario:
¡¡Niño!! Ponme cuarto y mitad de carne de mono que hoy tengo faena!!
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