Es opinión
unánime en los corrillos futboleros de la capital hispalense que la delantera
Castro-Molina es única en la historia del Betis. Nada más alejado de la
realidad. Si bien es cierto que están haciendo historia en el club kukletero,
no es menos que esta pareja ya fue delantera en el Betis en los años 60, cuando
un camero y un ilicitano daban el mismo nombre que le dan ahora estos dos a la
delantera verdiblanca, aunque con unos resultados en duración y en goles
diferentes. Se trata de (Miguel) Castro y
(Andrés) Molina.
Y es uno de
estos delanteros, Castro, el protagonista de esta historia. Nacido en Camas en
un frío septiembre del año 41, siempre soñó con dedicarse a esto del fútbol,
para lo que se dedicaba mañana tarde y noche dando pepinazos en las puertas y
paredes de las casas de sus vecinos, y en especial en vestir la elástica
verdiblanca. Aunque el destino le tenía preparado otro destino a este jugador
rápido, con un dribling infernal y un remate de cabeza potente.
Y es que llamó la atención pronto de algunos ojeadores pero muy a su pesar y al
de su familia, bética como ninguna, fue le eterno rival quien llamó a su puerta
para llevarlo a los escalafones inferiores del Sevilla, donde destacó con
regates y asistencias a doquier. Y se adaptó pronto a ese club hasta que llegó
a su momento culmen en el año 58, cuando se proclamó campeón de Copa con los juveniles
del Sevilla, siendo Castro uno de los pilares fundamentales para la consecución
de este título, siendo titular indiscutible y siempre concentrado en las fotos previas al partido,
donde le gustaba colocarse abajo en el centro.
Pero Miguel no
era feliz, ese no era su equipo y no quería pasar su carrera futbolística en
ese club, así que tras una cesión en el Coria, decidió rescindir su contrato e
irse al Atlético, que tras cederlo al Béjar Industrial primero y al Cádiz CF
después, le hizo de pantalla para marchar al equipo de su alma, su Betis, en el
año 62, convirtiéndose en pionero del chaqueterismo entre los oriundos de
Camas, a que le han seguido la estela jugadores como Redondo.
Pero el fútbol no fue justo para este joven delantero, que una vez cerca de su
objetivo vio como lo cedieron al Cádiz, entonces en 2ª para que se fogueara y
demostrara sus dotes de delantero, y fue por fin, en el año 63 cuando pudo
vestirse de corto con el equipo de sus amores. Ya hemos dicho que la vida no ha
sido fácil para este joven soñador y la fortuna estaba en su contra, y en su
debut con el primer equipo verdiblanco contra el Levante, como titular, (en el
anterior partido, el derbi, no jugó ni un solo minuto) fue tanta la emoción que
tenía y las ansias de agradar, que se lesionó gravemente estando apartado del
equipo durante un año completo, sufriendo el calvario de las lesiones y las
escayolas y viendo cómo se esfumaba su sueño que llegó a tocar.
Incansable como
él solo, no se rindió y tras un año de lucha regresó a los terrenos de juego en
partido de Copa contra el Pontevedra, en el que salió desde el banquillo. Tras
cuatros años en el club de sus sueños, sin llegar a ser lo que se esperaba de
él debido principalmente a su grave lesión, emigró a otros equipos a seguir con
su carrera futbolísticas, a sitios donde les dieran otras oportunidades y
enseñar a otros chavales lo que aprendió de maestros como Rogelio Sosa, Luis Aragonés o
Eusebio Ríos.
Afable en el
trato, tiene el curioso caso de vestir la chamarra de los dos eternos rivales.
¿Único? No. Ya hemos dicho que como pareja de delantero con Molina ha tenido
herederos. En ser chaquetero siendo de Camas, también. Que haya jugado en tres
equipos sevillanos (Coria, Sevilla y Betis), tampoco es único. Pero hay un dato
que resulta curioso cuanto menos y probablemente único. Este habilidoso jugador no se destaca por la
fidelidad a unos colores a la hora de jugar (su corazón siempre será
verdiblanco), y es que aparte de este trío de equipos sevillanos en los que
jugó, su andadura nos lleva a ver como si que puede ser único en hacer otro
trío en tierras jerezanas, ya que tras vestir la elástica amarilla como cedido
en el primer año como bético, una vez desvinculado del Córdoba en un paso con más
pena que Gloria en la primera división española, se afilió al eterno rival del
Cádiz, el Xerez CD, entonces en 3ª y en el que estuvo dos temporadas. Pero no
contento con eso, en el año 69 decidió vestir la elástica del San Fernando,
para así completar su segundo trío de chaqueterismo, único en el fútbol
andaluz, de este jugador venido de más a menos.
2 comentarios:
Un camero y un ilicitano.
Jorge Molina vino del Elche y Rubén Castro siempre la está liando por meterse en la cama con alguna tía.
La historia se repite. Nietzsche estaría orgulloso.
Gracias al Compadre por salir de su madriguera para contarnos la maravillosa historia de este jugador, la cual, personalmente, desconocía por completo
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