domingo, 27 de diciembre de 2015

MIGUEL CASTRO BOHORQUEZ



Es opinión unánime en los corrillos futboleros de la capital hispalense que la delantera Castro-Molina es única en la historia del Betis. Nada más alejado de la realidad. Si bien es cierto que están haciendo historia en el club kukletero, no es menos que esta pareja ya fue delantera en el Betis en los años 60, cuando un camero y un ilicitano daban el mismo nombre que le dan ahora estos dos a la delantera verdiblanca, aunque con unos resultados en duración y en goles diferentes. Se trata de (Miguel) Castro y (Andrés) Molina.

Y es uno de estos delanteros, Castro, el protagonista de esta historia. Nacido en Camas en un frío septiembre del año 41, siempre soñó con dedicarse a esto del fútbol, para lo que se dedicaba mañana tarde y noche dando pepinazos en las puertas y paredes de las casas de sus vecinos, y en especial en vestir la elástica verdiblanca. Aunque el destino le tenía preparado otro destino a este jugador rápido, con un dribling infernal y un remate de cabeza potente. Y es que llamó la atención pronto de algunos ojeadores pero muy a su pesar y al de su familia, bética como ninguna, fue le eterno rival quien llamó a su puerta para llevarlo a los escalafones inferiores del Sevilla, donde destacó con regates y asistencias a doquier. Y se adaptó pronto a ese club hasta que llegó a su momento culmen en el año 58, cuando se proclamó campeón de Copa con los juveniles del Sevilla, siendo Castro uno de los pilares fundamentales para la consecución de este título, siendo titular indiscutible y siempre concentrado en las fotos previas al partido, donde le gustaba colocarse abajo en el centro.

Pero Miguel no era feliz, ese no era su equipo y no quería pasar su carrera futbolística en ese club, así que tras una cesión en el Coria, decidió rescindir su contrato e irse al Atlético, que tras cederlo al Béjar Industrial primero y al Cádiz CF después, le hizo de pantalla para  marchar al equipo de su alma, su Betis, en el año 62, convirtiéndose en pionero del chaqueterismo entre los oriundos de Camas, a que le han seguido la estela jugadores como Redondo. Pero el fútbol no fue justo para este joven delantero, que una vez cerca de su objetivo vio como lo cedieron al Cádiz, entonces en 2ª para que se fogueara y demostrara sus dotes de delantero, y fue por fin, en el año 63 cuando pudo vestirse de corto con el equipo de sus amores. Ya hemos dicho que la vida no ha sido fácil para este joven soñador y la fortuna estaba en su contra, y en su debut con el primer equipo verdiblanco contra el Levante, como titular, (en el anterior partido, el derbi, no jugó ni un solo minuto) fue tanta la emoción que tenía y las ansias de agradar, que se lesionó gravemente estando apartado del equipo durante un año completo, sufriendo el calvario de las lesiones y las escayolas y viendo cómo se esfumaba su sueño que llegó a tocar. 

Incansable como él solo, no se rindió y tras un año de lucha regresó a los terrenos de juego en partido de Copa contra el Pontevedra, en el que salió desde el banquillo. Tras cuatros años en el club de sus sueños, sin llegar a ser lo que se esperaba de él debido principalmente a su grave lesión, emigró a otros equipos a seguir con su carrera futbolísticas, a sitios donde les dieran otras oportunidades y enseñar a otros chavales lo que aprendió de maestros como Rogelio Sosa, Luis Aragonés o Eusebio Ríos.

Afable en el trato, tiene el curioso caso de vestir la chamarra de los dos eternos rivales. ¿Único? No. Ya hemos dicho que como pareja de delantero con Molina ha tenido herederos. En ser chaquetero siendo de Camas, también. Que haya jugado en tres equipos sevillanos (Coria, Sevilla y Betis), tampoco es único. Pero hay un dato que resulta curioso cuanto menos y probablemente único.  Este habilidoso jugador no se destaca por la fidelidad a unos colores a la hora de jugar (su corazón siempre será verdiblanco), y es que aparte de este trío de equipos sevillanos en los que jugó, su andadura nos lleva a ver como si que puede ser único en hacer otro trío en tierras jerezanas, ya que tras vestir la elástica amarilla como cedido en el primer año como bético, una vez desvinculado del Córdoba en un paso con más pena que Gloria en la primera división española, se afilió al eterno rival del Cádiz, el Xerez CD, entonces en 3ª y en el que estuvo dos temporadas. Pero no contento con eso, en el año 69 decidió vestir la elástica del San Fernando, para así completar su segundo trío de chaqueterismo, único en el fútbol andaluz, de este jugador venido de más a menos.

2 comentarios:

Jose MME dijo...

Un camero y un ilicitano.

Jorge Molina vino del Elche y Rubén Castro siempre la está liando por meterse en la cama con alguna tía.

La historia se repite. Nietzsche estaría orgulloso.

Rinat Rafaé dijo...

Gracias al Compadre por salir de su madriguera para contarnos la maravillosa historia de este jugador, la cual, personalmente, desconocía por completo