FEDERICO MAGALLANES GONZÁLEZ

Este apuesto monsalvete que abraza cariñosamente a Darío Silva con el 9 a la espalda no es el doble oficial de Antonio Banderas, ni del cantante de The Posies, es Gerardo Federico Magallanes González que nacido en Montevideo la fresca, pero soleada tarde del 28 de agosto de 1976, fue el regalo de Reyes que el Sevilla brindó a sus aficionados por la venta de Reyes. Este extraño trabalenguas tiene su razón de ser que explicaremos a continuación, previa puesta en situación.

A la tierna edad de diecisiete años debutó con Peñarol, y tras despuntar en el equipo uruguayo ficha por el Atalanta de Bérgamo, donde permanece dos temporadas, sin demasiada suerte, ya que los datos de su primera etapa son más bien pobres para un delantero; 24 partidos y 3 goles, lo que le llevó a ser considerado como un bidoni y como tal ha aparecido en el alterego italiano de Renaldinhos y Pavones (donde incomprensiblemente aun no ha sido homenajeado): Calcio Bidoni.

Parecía que visto su rendimiento en su aventura italiana, sus próximos pasos estaban encaminados a volver a su país o a intentar una nueva oportunidad en ligas menores, pero no señor. Por sorpresa su próximo club de destino iba a ser nada menos que el Real Madrid, aunque no llega a debutar en partido oficial con el club madridista y es cedido en el mercado de invierno al Rácing de Santander, donde no  llega a cuajar todo lo bien que se esperaba, por lo que el bueno de Federico sigue su camino natural y regresa a Uruguay a las filas del Defensor Sporting Club, donde recobra su mejor nivel, lo que le vale para regresar de nuevo a Santander  donde comienza la leyenda negra de Magallanes que tomando el relevo de El “Mono” Montoya  desciende con el Rácing esa temporada, emigrando a Venezia la campaña siguiente, en la que también desciende y fichando por el Torino el siguiente año, que ¡oh, Sorpresa! desciende esa misma temporada, encadenando por tanto tres descensos consecutivos.

El miedo a ficharlo por su presunto gafe era tal que el Magallanes se quedó sin equipo al finalizar esa campaña, así que el bueno de Gerardito Federico, sacó al niño que todos llevamos dentro y en navidad, le pidió a los Reyes Magos fichar por algún equipo mientras mataba ratos muertos jugando pachanguitas con los chicos del Albacete B… ¡y allí que apareció el Sevilla!

Tras la venta de Reyes, la plantilla sevillista se hallaba huérfana de jugadores con talento, carismáticos o con cierto parecido a algún artista, por lo que Monchi indagó en el mercado y tras sondear a Mark González decidió, ante la sorpresa de algunos, que el elegido sería Magallanes, que llegó, eso sí, sin abonar dinero alguno, por lo que Melchor, Gaspar y Baltasar le trajeron al charrúa un nuevo equipo, y a los aficionados sevillistas un nuevo jugador al que querer y animar.

Quedaba pendiente el problema del gafe, pero esto no pasó a mayores, ya que si el “Mono” Montoya le había dado el relevo a nuestro protagonista, éste ya había hecho lo propio con su discípulo: un joven llamado Sergio García, por lo que Magallanes fue presentado con todas las garantías.

Cinco partidos con la camiseta hispalense, nunca saliendo del banco antes del min. 78 y 51 minutos en total avalan la trayectoria de Magallanes en el Sevilla, si bien tuvo su momento álgido cuando se “coló” en la fiesta de Baptista en el partido que el Sevilla jugó contra su ex equipo en España, el Rácing de Santander en el que “La Bestia” anotó 4 goles. Joaquín Caparros decidió que vista la actuación del brasileño, se merecía la ovación del público, por lo que en el minuto 81 de partido lo sustituyó por Magallanes, que recogió toda la fuerza que Baptista le había traspasado en el choque de manos tras el cambio y marcó un golazo en el minuto 89 que el jugador y la afición (algo guasona) celebraron como si hubieran ganado la Copa de Europa, convirtiéndose así en protagonista indiscutible del encuentro y en el jugador más ovacionado del mismo, tras el cual declaró haber sentido “el calor de la grada y su apoyo incondicional”.

Una vez terminado su periplo sevillista, vuelve a entrenar con sus amigos del Albacete B hasta que a mediados de esa temporada ficha por el Eibar, por aquel entonces en 2ªA, donde se reencuentra con su gafe, descendiendo de categoría con el equipo vasco. Harto de tantas “casualidades” Magallanes abandona el fútbol a los 29 años para luchar en solitario contra su mala fortuna, perdiendose en las montañas del Himalaya como un ermitaño e indagando en las técnicas de evasión mental milenarias de los monjes Shaolin. Una vez superado el trauma regresa con el Dijon FCO de la segunda francesa. Tras la aventura gala y tras pasar de nuevo un año inactivo, ficha por el Mérida, donde juega una temporada y donde decide poner fin definitivamente a la práctica del balompié en 2009.

Actualmente demuestra que aun le queda toque, con el Racing de Santander de fútbol indoor.