Si alguna vez me dieran a elegir sobre qué
vida de futbolista llevar al cine, elegiría
sin lugar a dudas la de Canito y les aseguro que además saldría una película absolutamente
acojonante de puro cine social ochentero. José (o más bien Jose, que así es como le llamaban todos) Cano López nació en Llevorsí
(Lleida) en 1956, su padre falleció al poco de nacer y su madre, sin recursos,
lo internó desde pequeño en un colegio en el que se crió junto a niños
huérfanos y abandonados del que se largó a los 14 años para llevar una vida
callejera en la Zona Franca, un barrio olvidado de la Barcelona preolímpica
donde había pocas normas… y cuantas menos, mejor. Nuestro protagonista siempre
se sintió incomodo con los límites. Los libros jamás le interesaron, pero
cuando había un balón de por medio era imbatible. Quizás por eso y por su
indomable espíritu rebelde se hizo tan popular en su escuela.
De la escuela se fue y del equipo de su
colegio también. Pasó a jugar para la Penya Anguera y allí, con 16 años, ya
parecía todo un señor. Un día llegó a las inmediaciones del campo con una
señora muy guapa que bien podría ser su madre. Él decía que era su novia y ella
lo vestía elegantemente, le compraba zapatos y le deba dos mil duros semanales.
A cambio de sexo, claro.
El Barça fue el primer club profesional
que se fijó en él pero tras una prueba fallida en la que destrozó un cristal
del vestuario lo mandaron de vuelta por no entrar dentro de los estándares de comportamiento
del club blaugrana. También le echaron del Penya Anguera por sacar de la caja
sin permiso algunas pelas, así que volvió al equipo de su barrio, la Gimnastica
Iberiana. Justo por aquella época el caballo se llevó por delante a dos de sus
mejores colegas y Jose, que se veía
el percal, se trasladó junto con su madre a Lloret y allí se enroló en el
equipo local. Como ya había un Cano en el equipo a él le bautizaron como “Canito”
y así se quedó para el resto de su carrera. Al mismo tiempo que jugaba al
fútbol trabajaba como mecánico en los coches de choques de
Sarriá y el destino quiso que fuera el Espanyol el primero que apostara en
serio por aquel jugador que reunía todas las condiciones para convertirse en
una leyenda del balompié.
Primero lo cedió al Lleida, donde le
partió la cara a un periodista, y en la temporada 76/77 lo recuperó para
debutar en primera división con apenas 20 años. No se pudo escapar del Servicio
Militar que lo llevó a Cádiz (y al Cádiz
CF) durante un año para volver al Espanyol a la siguiente campaña donde
realizó una espectacular temporada en la cual se convirtió en Capitán General de la zaga perica. Llegó
el dinero y con él Canito estrenaba coche cada mes, novia cada semana y traje
cada día. Llegó a apostar que vestiría ropa nueva cada día durante una
temporada y esa apuesta no la perdió. La selección llamó a sus puertas y debutó
en Roma ante Italia en lo que sería su único partido como internacional. El
Barça sucumbió a la clase, elegancia, autoridad y poderío físico y técnico del
jugador y emendó el error que había cometido años antes para incorporarlo a sus
filas a cambio de cincuenta millones de pesetas de la época (cuarenta en cash + tres jugadores).
En el club blaugrana Canito jugó de todo,
principalmente de central, su posición natural, pero también de centrocampista,
de interior e incluso de delantero centro lo que le valió más de un
desencuentro con Helenio Herrera. Una tarde de abril de 1980, el Barça jugaba
ante el Athletic y al mismo tiempo su
Español vivía un partido a vida o muerte contra el Hércules para no descender. El
único morbo de la tarde para el respetable del Camp Nou era ver si su rival bajaba
a segunda o no. Canito estaba en el terreno de jugo cuando el
marcador sonó y anunció el gol de los Pericos que los dejaba en primera y
él ni corto ni perezoso alzó los brazos y celebró el gol de los Pericos como si
estuviera en Alicante. La que se lió fue chica, no en vano el nunca había
renunciado a su sentimiento blanquiazul e incluso llegó a presentarse a un
entreno en La Masía con un chándal del Español.
Un acto de indisciplina (fue expulsado en
un partido y se coló en la caseta arbitral para meter la ropa de calle de los
árbitros en una bañera) hizo que la directiva le suspendiera de empleo y sueldo
y Kubala lo apartara del equipo en
noviembre de 1980. Canito se largó para entrenar con los infantiles del UE
Sants que dirigía un colega suyo y ya nunca regresó al Camp Nou. Al año
siguiente volvió al Espanyol, donde no mostró el nivel de antaño y continuaba
con tradiciones tan poco recomendables como meterse un par de pelotazos antes
de los partidos y doce meses más tarde recaló en el Real Betis Balompié.
Con los verdiblancos seguía alimentando
su fama de conflictivo y el stock pastillas para el corazón se agotaba cada vez
que sacaba la pelota desde atrás con esa suficiencia y calidad. En una ocasión,
Canito hizo un recorte, otro, otro... y Antolín
Ortega le gritó: “¡Pero, Cano, que
estás solo!”. El jugador más cercano en veinte metros a la redonda era su
portero. Ortega era de sus mejores amigos de aquel vestuario “Un día te has de
sentar encima del balón con el contrario atacando”, le vacilaba.
A pesar de que durante dos temporadas fue
titular indiscutible, Canito no se ganaba el cariño del público y no entendía cómo
era posible que la afición valorase más a Mantilla que a él, lo que le labró no
pocos desencuentros que hicieron que no dejara un buen sabor de boca entre el respetable
de Heliopolis. Los niños en cambio lo adoraban y él les correspondía dándole un
billete de cien pesetas a todos los que le pedían un autógrafo. Al final, y a
pesar de que algunos cánticos le pedían a Retamero su continuidad, el jugador
forzó su marcha al Zaragoza. El Betis le dejó a deber quince millones de
pesetas que no cobró hasta pasado un año, cuando fue a recoger el cheque el
importe del mismo era de 14.300.000 y el cabreo que se cogió fue menúo, tanto que acabó rompiendo el
cheque en mil pedazos y lanzándoselo a la cara al directivo que le había
intentado mangonear esas 700.000 pesetas.
En Sevilla conoció a la que creyó el amor
de su vida, se casó con ella pero la relación resultó demasiado tortuosa, el
matrimonio fracasó y ahí empezó su verdadero descenso a los infiernos. Los
coqueteos con la cocaína y la heroína y el abuso del alcohol empezaron a ser
constantes y ni su paso por el Zaragoza primero ni por el Os Belenenses
portugués después le ayudaron a levantarse de aquel mal de amores que le
consumía. Volvió al Lloret, aquel equipo donde había comenzado, pero el fútbol
ya se la sudaba y con 30 años decidió retirarse. Su alto tren de vida, sus
excesos con la bebida y su capacidad derrochadora no habían sido buenas compañeras
a la hora de ahorrar y lo que tenía lo invirtió en un par de negocios que
fracasaron. Las drogas pasaron a de ser algo
puntual a un vicio diario y acabó volviendo al punto de inicio, durmiendo en un
banco entre cartones y periódicos completamente arruinado. Los veteranos del
Barça y el Espanyol intentaron ayudarle tanto económica como anímicamente para
apartarlo del duro camino en el que había entrado pero no fue posible y el 25 de
noviembre del 2000 a los 44 años su
espíritu indomable se apagó tras llevarse varios días postrados en una cama de
la casa de su hermana en La Pobla de Montornés, dejando tras de sí una carrera
inolvidable tanto por lo que pudo ser y no fue como por sus múltiples
historias.
4 comentarios:
Una gran entrada, recuerdo que tuve su estampa en mi primer algum que hice (o lo intenté). Tenéis la historia de Gabino? Lo mismo no he vuelto a hacer los deberes y me regañáis. Buen verano, señores/as
Lo reconozco, tengo debilidad por las entradas de jugadores de los 90 y sobre todo de los 80, bravo!
Yo lo conocí estuve viviendo en las casas baratas barrio de la zona franca de Barcelona donde el visitaba con frecuencia.
Tenía mucha amistad con mi suegro y cada vez que iba por el barrio comía con nosotros en el bar de misuegro.
Me contó muchas anécdotas...y como su vida cayó en picado y además no tenía buenos gestores.
Siempre fue un desastre la vida le brindo unos privilegios que el no supo aprovechar. lo tenia todo. dinero un físico que a las mujeres de la época las volvía locas. Se pensaba que nada mas existía el lo digo que lo conocía personalmente eso si presumido, creido, esplendido,asi le fueron las cosas con 400 millones de pesetas que con otro carácter hubieran sido muchos mas y se hubiera dedicado al futbol de entrenador etc.DEP
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