Llevaban
mucho tiempo sin verse las caras… Ha pasado justo un año desde que su inquebrantable amistad se rompió
para siempre, pero llegó el momento del reencuentro. De mirarse a los ojos y
decir “me has hecho daño y ya no te quiero”. 02/12/2012, Stadio Renato Dall'Ara
de Bolonia. Son las tres menos cuarto de la tarde y hace frío, el público va
entrando poco a poco en el estadio mientras por megafonía dan las alineaciones.
Entre todos los nombres que anuncian del equipo visitante hay uno que congela
la mente de Aguardiente repitiéndose en su cabeza “con el nº 21 Cigarito, io…ito….ito…ito”. Por un momento pierde la
noción del tiempo.
En
el vestuario contrario Cigarrito
apura sus últimas caladas hasta que casi sin querer escucha por megafonía “con el nº 17 ¡¡Tiberiooooo Aguardienteeeee!!”.
Se queda inmóvil y suspira largamente. El entrenador le grita las últimas
consignas, hacen piña y saltan al campo.
Los
jugadores forman filas y la tensión se puede cortar con un cuchillo. No es un
partido cualquiera, “¿se negaran el saludo?” Es la pregunta que ronda en la
cabeza de muchos. Uno a uno todos los jugadores foráneos saludan a los locales
hasta que le llega el turno a ellos. El tiempo se detiene y el estadio
enmudece. Cigarrito se detiene firme delante de él y lo mira muy fijamente a
los ojos. Aguardiente le aguanta la mirada y le ofrece la mano. Cigarrito se
queda parado, inmóvil, duda unos segundos y se la acepta, pero no dice una
palabra, no realiza ningún gesto. Nada.
Aunque
no lo han comentado con nadie llevan meses esperando este partido para ellos es
la final de sus vidas, jamás habrá un partido más importante que este. Ambos
equipos necesitan los puntos para alejarse de la zona peligrosa de la tabla,
pero a ellos le da exactamente igual, es la muerte o la gloria.
Los
segundos hasta que el árbitro pita el inicio se hacen eternos, pero por fin
comienza el partido. Minuto 4, Aguardiente recoge un rechace y dispara con la
zurda, el balón se va fuera. Lástima, se
veía emulando las hazañas de su anterior entrenador, Míchel,
y celebrando el gol gritándole a Cigarrito “¡Me lo merezco!”. No ha
podido ser. Apenas 10 minutos después una falta de un jugador del Bologna que
no es Aguardiente se cuela en la portería
y gol. Aguardiente sonríe, mira de reojo a su rival y corre a celebrarlo
con su compañero. No había sido él, pero algo habría tenido que ver seguro,
además iban ganando.
Ambos
jugadores se han estado evitando a lo largo del partido, apenas se cruzan,
apenas se miran. En el minuto 44 Cigarrito centra después de una jugada de su
equipo, pero el balón rematado por el delantero se va fuera. Se acaba el primer
tiempo.
Ambos
jugadores están muy concentrados en el vestuario, apenas hablan con nadie.
Cigarrito con semblante serio reflexiona sobre lo que ha hecho mal en el
partido y para si mismo se dice que esto va a cambiar nada más salte al campo.
Dicho y hecho. Los jugadores saltan al cesped, da comienzo la segunda parte y a los cinco minutos Cigarrito tras una hábil conducción de balón se saca de la manga un pase absolutamente mágico
elevando el esférico por las cabezas rivales que recogido por su compañero solo tiene que afinar la puntería para meter el
gol. Todos lo celebran menos él. Permanece inmóvil en el mismo lugar donde ha
dado el pase y mientras se da la vuelta para regresar a su campo busca con la
mirada a su rival, lo encuentra y le dice con los ojos “ahí lo llevas”.
El
partido continua con el empate hasta que en el minuto 62 el árbitro detiene el juego. Se va a
realizar el primer cambio del partido, el Bologna hará una sustitución ¿Quién
será? Cigarrito mira el cartel luminoso y no se lo cree. Entra el nº 20 y sale
el nº 17… Aguardiente. No se lo puede
creer. Ninguno de ellos se lo puede creer. Su gran duelo, “La grande sfida” acabada porque a un puto paleto de mierda de
entrenador le ha salido de los cojones acabar con ella. ¿Qué entiende él de
romanticismo? ¿Qué sabe de lo que han pasado durante el último año? Antes de salir Aguardiente se para un momento para decirle algo
al oído al nº 18 de su equipo, “vendetta” parece que podemos leer en sus
labios. A los cinco minutos de escuchar esas palabras de boca de su compañero
el nº 18 marca gol de media chilena.
No lo celebra efusivamente, pero todo el mundo sabe a quién va dedicado ese
tanto. Cigarrito enfurece por todo lo que está pasando y comienza a buscar la gloria
por su cuenta, lanza todos los corners, pone balones, corre, regatea, se desfonda, chuta
y arenga a sus compañeros hasta que escucha tres pitidos provenientes del
silbato del árbitro. Se acabó. Ha perdido.
La colectividad de este deporte le dan por derrotado y cabizbajo se
dirige al vestuario deteniendose al tropezar con unas piernas en su camino, su
mirada va subiendo poco a poco hasta que lo mira a la cara. Es él. Suavemente
le dice “amico, questo no tiene sentido.
Mi dispiace tanto” y le tiende las dos manos con la intención de darle un
abrazo. Cigarrito comprende en ese preciso segundo que ahora cada uno hace su vida y que es cierto,
esta estúpida pelea no tiene sentido, los momentos mágicos que pasaron durante
su Erasmus en Sevilla no deberían ser borrados jamás. Se le ablanda la mirada y se dispone a corresponder el abrazo cuando en ese preciso instante un loco que ha
saltado desde la grada como el
que atacó a Prats en aquel derbi sevillano saca una navaja y le raja el
cuello. Con la mirada perdida cae al suelo mientras un sonoro NOOOOOOO procedente de
las entrañas de Aguardiente enmudece al estadio. La policía detiene al malvado
loco y las asistencias sanitarias se dirigen corriendo hacia Cigarrito que
entre los brazos de Aguardiente alcanza a balbucear un “Aguardiente, amico, sempre nel mio cuore” antes de expirar por última vez.
Aguardiente repite otro NOOOOOOO
épico y desgarrado y besa en la frente a su alma gemela.
En ese preciso instante Cigarrito se levanta de repente sobresaltado y sudando, mira a
su alrededor y no distingue muy bien donde está… es una cama… está oscuro… palpa con las manos en su mesita de noche y alcanza a coger un papel que pone “Hotel los Lebreros”. Ahora
lo recuerda todo, acaba de llegar para fichar por el Sevilla en el que juega su
amigo Aguardiente... Toda esta historia solo ha sido un sueño de Antonio Resines.
FIN
3 comentarios:
Puto gatillazo al final...
discrepo, no puede existir un final mejor a cualquier historia que se precie.
Jodido Resines, no para de jugárnosla
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