CUANDO SEVILLA ERA WEMBLEY Y NO ÉRAMOS CAMPEONES

“El fútbol y la política no se tiene que mezclar” Esta es la frase, tan repetidamente pronunciada con vehemencia y cabeza alta por parte de el intelectualoide de turno da hasta grima. ¿Y por qué no? ¿Es que la política y el fútbol no son realidades sociales y por tanto completamente enlazables? (tema distinto es la utilización del fútbol como arma política, pero no hablamos de eso) Gontxo Mazarrasa lo tiene muy claro y así lo refleja en su blog, Fútbol y Pasiones Políticas, imprescindible para conocer la intrahistoria del fútbol, aunque hoy el tema con el que nos ha honrado en esta casa es bien distinto que a buen seguro recordarán. Que lo disfruten:

“Las cosas no son como las vemos, sino como las recordamos” Valle-Inclán

En la infancia, todo se mitifica. Nuestros primeros pasos en el fútbol, nos marcan… Se idolatra y se recuerda con más pasión todo. A equipos, a jugadores, a árbitros… Aquel gol que no entró, aquel arbitraje que nos perjudicó, a ese rival que despertó los primeros odios... Con los años futbolísticos, nos vamos enfriando. Animamos igual, nos tensionamos, seguimos sufriendo pero esas primeras visitas al estadio no puede competir con las actuales…

Por eso, cuando crecías con una Selección que sufría para clasificarse, esos triunfos valían más. Inexplicablemente luego en las fases finales íbamos de favoritos, pero antes de eso había que sufrir en las fases de clasificación… Quedarse fuera de la Euro 92 y tirar de épica para ir a EEUU. Como buenos españoles llegábamos con los deberes a medio hacer… A jugarnos el vida o muerte en partidos decisivos. Contra la Campeona de Europa sin ir más lejos.

Sevilla era nuestro Wembley. Ya que no había un estadio designado para albergar citas en exclusiva de la Selección, la capital andaluza era en la que recaía ejercer de sede. Ni Madrid, ni Barcelona, ni Valencia, ni Bernabéu, ni Camp Nou, ni Montjuic o el por entonces Luis Casanova. Sevilla era la encargada de llenar el estadio, inventarse cánticos y empujar a la Selección a alcanzar el Mundial.

No había jugadores de los equipos sevillanos. Betis y Sevilla no aportaban jugadores a la Selección. Tampoco algún jugador de la ciudad. Pero poco importaba. El Pizjuan o el Villamarín, según fuera el campo que tocase, se llenaban. Las entradas se acababan y durante 90 minutos la ciudad se volcaba con “la Roja” (¿Ya era ese su nombre?)

En el 93. Yo tenía 9 años. Y una Sevilla postExpo, con una Selección que debía imponerse a Dinamarca volvía a confiar en ese plus que otorgaba la ciudad del Guadalquivir. España se clasificó. Sufriendo. Con épica. Zubizarreta lanzó un balón manso a Laudrup, que lo encaró, le regateó y el portero hubo de derribarlo. Roja directa. España con 10 y EEUU mucho más lejos… Para sustituirle debutaba un chaval del Celta, Cañizares. Con buenas maneras pero poco experimentado en estas lides.

Y de nuevo, Sevilla aportó la magia que se le presuponía. Cañizares paró todo. Los jugadores, trabajadores, solidarios y esforzados se multiplicaron. Finalmente en un córner, Bakero estorbó lo suficiente a Schmeichel y Hierro remató de cabeza para poner el gol que enviaba a España a EEUU. El partido se alargó hasta el minuto 50, cuando en el fútbol no sacaban cartelones diciendo lo que se iba a alargar y se multiplicaba el sufrimiento ante lo desconocido… Pero España ganó. 

Era antes de ser Campeones. De hacer tiki y taka y de jugar con bajitos. Se jugaba con Nadal (que por aquel entonces era un jugador del Barcelona y no el tío de un tenista) y Hierro de pivotes, cinco defensas, y Salinas solo arriba… Era antes de poder comentar los partidos en twitter y de disponer de blogs donde recordar estas cosas… Había pesetas, Madrid y Barcelona perdían partidos… Por el contrario, en el palco ya estaba Villar, Chaves ya gobernaba Andalucía… El caso es que el fútbol tenía otro sabor. Más puro. Eran los momentosde alegría que se disfrutaban, antes de los batacazos en las fases finales. Y era Sevilla la que se convertía en la Capital y se vestía del Wembley ibérico. No se puede decir que el gol de Iniesta en Sudáfrica fuera menor. Pero con 9 años, las victorias se disfrutan más. Te dejan acostarse tarde y elevas a un pedestal al Hierro que acabaría dando codazos, al Cañizares que luego acabo teñido de rubio, a un Luis Enrique antes de que tomase el puente aéreo rumbo a Barcelona, a un Caminero que por aquel entonces no conocía a Simeone. 

Artículo cortesía de Gonzalo Mazarrasa (@GontxoMazarrasa)