martes, 17 de septiembre de 2013

SEGUNDO ARZA ÍÑIGO


El mayor cataclismo que se puede dar en una familia es que venga un nuevo miembro a ella. Es lo que ocurrió en la familia Arza Iñigo en Marzo de 1926 cuando el pequeño Segundo llegó al mundo en Estella (Navarra).

De los hermanos de la familia los dos varones (Jesusa era la mayor y Rosa nacería después de Segundo), Luis y Juan, se habían aficionado a la práctica del balompié, y dirigían sus primeros pasos profesionales en ese sentido. Nuestro protagonista fue el tercero de los hermanos en tomar ese camino, lo cual llevó a Segundo a ser conocido como Arza III, aunque como Luis no fue un futbolista conocido al no pasar de Tercera División, dependiendo de la fuente se le denominó Arza II. Así que Segundo fue el tercero de los hermanos futbolistas y se le encuentra tanto como Arza II como por Arza III. Todo un precursor del segundo Segundo que se pondría la camiseta del Betis, que fue a su vez el primer Segundo antes de Segundo Arza en tener artículo en nuestro blog.

La casa de los Arza era como todas las casas donde conviven varios hermanos. Luis y Juan se iban a un descampado del pueblo a echar una pachanguita. Al ladito del campo improvisado con cuatro piedras ejerciendo de postes de porterías se ponían las niñas a jugar al elástico y los dos hermanos, que eran mucho mejores que sus amigos, se salían del pellejo, lo que impresionaba a las niñas y les servía para obtener sus primeros escarceos amorosos. Todo se torcía cuando, en mitad de una polémica discusión sobre si el último disparo había sido un golazo por la escuadra o había salido por encima del larguero invisible (el truco era poner de portero al más bajito para cuando se hiciera la prueba del algodón de “a ver hasta dónde saltas” no llegara demasiado arriba), aparecía la madre de los Arza con el pequeño Segundo de la mano, para decirles a sus otros hijos que iba a la plaza a comprar carne de caballo y que tenían que cuidar del enano, así que lo dejaba allí, y que le dejaran jugar.

Tras unas pataletas pasaba lo que pasaba, que la madre le daba al más impertinente una tollina y con tamaño argumento se acababa la discusión. La niña de turno veía aquella tollina y se acababa la posibilidad de ligoteo, y para colmo como el enano jugaba no se podía entrarle fuerte y se prohibían los crujinazos, lo cual le quitaba toda la emoción al partido, como ocurre ahora con todas las facilidades que se le dan al Madrid y al Barcelona, que sus partidos de Liga tienen cero interés.

Tres cuartos de lo mismo pasaba cuando los mayores jugaban a la Play o X-Box de aquellos tiempos, el trompo. Aparecía el más pequeño entre el círculo de jugadores y se ponía a repetir “dejarme a mí, dejarme a mí”, dando tanto por culo que al final le dejaban, y cuando soltaba la cuerda aquello no sólo no daba vueltas sino que lo mandaba a tomar viento a diez metros de distancia y se acababa cayendo por un husillo.

Poniéndolo así parece que tener un hermano chico no tenía ninguna ventaja para los Arza mayores, pero no era así. Había niñas cuyo sentido maternal implantado genéticamente se despertaba al verles cuidar del pequeño, así que el cangureo permitía acercamientos estratégicos al género femenino. Igualmente cuando llovía y se ponían a jugar a la pelota en casa, y se rompía un espejo de un pelotazo, se le decía al pequeño “si dices que has sido tú esta tarde te puedes comer mi merienda”. Cuando el padre veía el desaguisado y se encabronaba el pequeño soltaba su confesión falsa y se llevaba unos cates en el culo. Lo peor venía cuando veía que el bocata vespertino de su hermano era de mortadela con aceitunas, algo que aborrecía, y veía como el sacrificio no había servido para nada, una frustración magnificada por la corta edad, lo que la hace similar a la que llega cuando obtienes una licenciatura y un par de masters con todo el sudor de tu frente y luego no hay trabajo ni en el sector servicios mientras un montón de hijos de puta con traje se lo llevan calentito y hunden cada vez más al proletariado.

Pero lo más grande de toda esta historia es que, pese a todo, la mayoría de los hermanos se acaban queriendo, ayudándose y defendiéndose en las ocasiones difíciles, y los pequeños incluso suelen desarrollar cierta admiración por los mayores. Fue el caso de Segundo, que quiso seguir los pasos futboleros de Luis y sobre todo de Juan.

Cuando tenía 16 años Juan, tres años mayor que él, ficha por el Sevilla y se lo trae a nuestra ciudad, hablando maravillas de él. Muchos equipos piensan que si Juan es bueno el hermano tiene que serlo también (pensamiento que perdura en muchos cerebros en nuestros días y que ha dado lugar a esta sección de “Surmano Suprimo”) y acaba probando por el Atlético Aviación, que finalmente desestima su fichaje.

Tras verse frustrado su intento de jugar en Primera empieza a rellenar el currículum con habilidades que no tiene, idiomas que no habla, cursillos que no valen para nada y con sus pasos por Atlético Tetuán, Iliturgi y Olímpica Jiennense, allá por la Tercera División.

Es para la temporada 1952-53 cuando Segundo se convierte en el segundo Arza en jugar en un equipo sevillano, concretamente en el segundo de aquellos tiempos, ya que firma por el Betis, en Tercera División, que como no tiene un duro para comprar primeras marcas se pilla la marca blanca. Sin embargo, apenas jugaría 14 partidos, haciendo cinco goles, y su rendimiento no fue satisfactorio.

A final de temporada marcha al Córdoba y después volvería al Iliturgi y no sabemos más de su carrera. Posteriormente abriría junto a su hermano la popular tienda “Deportes Arza”.

Segundo Arza falleció el 23 de Noviembre de 1990, rodeado de sus cuatro hermanos, y es 
que quizá no fuera un gran futbolista y en ese aspecto no estuviera a la altura de Juan, pero en lo que de verdad cuenta, fue tan Arza como el que más.

3 comentarios:

Rinat Rafaé dijo...

Me encantan estas entradas y este tipo de historias desconocidas, tengo que reconocer que desconocía que un hermano de toda una leyenda como Arza hubiera jugado en el Betis...

El primer párrafo pro cierto es de mamazo!! ;-)

carrascus dijo...

Llamándose el otro (Don) Juan y éste Segundo, era absolutamente normal que el que jugase en el Betis fuese éste... :)

Niko dijo...

Magnífico artículo.Reconozco que cada vez me gustan más estos artículos de fútbol antiguo contando historias desconocidas para la mayoría de gente que sigue el blog.
Parece increíble que todo un mito del sevillismo como Arza tuviera un hermano que jugara en el Betis.
Es como si Iván Pérez hubiera jugado en el Sevilla.