Este apuesto caballero de ojos profundos y mirada penetrante es Sergey Vladimirovich Neiman, nacido en una desconocida ciudad de las entrañas de la otrora Unión Soviética una oscura y desapacible noche de septiembre de 1965. Desde muy temprana edad Sergei Nosmalo fue un niño carente de expresividad y sentimientos afectivos, lo único que le hacía esbozar una leve mueca de alegría era la práctica del fútbol lo que unido a la dureza con la que veía como los trabajadores se ganaban la vida en su país hizo que supiera muy pronto que no había otro futuro para él que el de ser futbolista. Con los progresos técnicos que iba alcanzando con el paso de los años un día se presentó en unas pruebas de selección de la cantera del Zenit de Leningrado (hoy Zenit de San Petesburgo) y poco a poco fue ascendiendo y destacando como un delantero técnico y creativo con misiones ofensivas y aparente facilidad goleadora desde su posición de interior zurdo, así como un potente saque de falta directa que hacía temblar a cualquier cancerbero que tuviera delante lo que le valió para fichar por el otro equipo de la ciudad, el Dinamo de Leningrado, y posteriormente por uno de los clubes más punteros del país: el Dinamo de Moscú.
A medida que iba madurando y desarrollándose como persona, las nuevas tendencias de occidente fueron haciendo mella en Sergei que no aprobaba el estilo de vida disciplinado de los soviéticos, por lo que rebeldemente adoptó un look muy en boga a finales de los 80 en el eterno enemigo capitalista de los rusos y se autoinculcó un sentimiento de libertad que para nada casaba con las buenos modales y maneras que se estilaban más allá de los Cárpatos, es por ello por lo que a pesar de las grandes reformas que estaban empezando a impulsar en su país Sergei decidió que ya era hora de dejar atrás las penas y la tristeza de la gris Rusia y buscó un destino alegre y soleado donde ejercer su profesión ¿Y qué mejor sitio que Sevilla y el Betis para romper con todo y empezar una nueva vida?.