¿Se puede ser Amigo de Colusso y a la vez Amigo de Kukleta? ¿Es posible la amistad neutral con dos acérrimos enemigos al mismo tiempo? ¿Se puede ser tan buena gente? ¿Existe realmente un ser capaz de soportar semejante presión? Y digo más, ¿Es posible que se den todas estas circustancias sin llegar a disputar ni un solo minuto con el Betis o el Sevilla? Pues si señores, existe un jugador capaz de todo esto y se llama Adilson Dos Santos, Adilson para los amigos, que por lo que por lo visto en el párrafo anterior debe tener millones de ellos.
Adilson, nacido en la siempre alegre capital del estado de Sergipe, Aracaju el 12 de Mayo de 1976 comenzó su carrera en las divisiones inferiores del Paraná, cuando contaba con la tierna edad de 15 años. No era portador de la magia y la fantasía de muchos de sus compañeros, que se dedicaban a hacer piruetas con el balón, pero si tenía un sexto sentido que hacía que el esférico siempre cayese de su lado, por lo que a pesar de que no estaba falto de calidad, actuaba en las posiciones más retrasadas, concretamente de lateral.
Los años fueron pasando y Adilson fue progresando adecuadamente en su club llegando a ser considerado el mejor defensa de la Liga Paraenense, lo que le valió para dar el salto a Europa, concretamente al Estrella Roja de Belgrado con el que diputó 11 partidos durante la temporada 1998/99 pero, tras el estallido de la guerra de Kosovo, al finalizar esta temporada, decidió marcharse de Yugoslavia, lo que dio pie a que sucediera una de las historias más rocambolescas en la historia de los clubs sevillanos.