Hay entrenadores de los que uno
no recuerda que hayan hecho nada especial en toda su vida y que siempre están
ahí. Quizás una buena temporada en sus inicios les labró una buena fama
completamente inmerecida que posteriormente nunca han sabido ratificar (¿Lillo? ¿Benito Floro?
¿Hola?) y uno de ellos es sin duda el pesado (y no me refiero precisamente a
pasado en kilos, que también) de Jorge D’Alessandro.
Roberto Jorge D'Alessandro Di
Ninho nació en Buenos Aires en 1949 y desarrolló el grueso de su carrera como
portero en el San Lorenzo de Almagro y en el Salamanca. Tras
colgar los guantes comienza a trabajar con los chavales del Salamanca hasta que
le llega su primera oportunidad seria de entrenar en el UE Figueres, equipo con
el que consigue quedar en tercera posición en segunda división y disputar la
promoción de ascenso (esos si que eran unos partidos guapos) contra el Cádiz,
perdiendo la eliminatoria y permaneciendo en segunda otra temporada más.
Pues bien, esta temporada le ha
valido a D’Alessandro para labrarse toda una trayectoria profesional, ya que
por esa temporada se convirtió en un entrenador reputadísimo, llamando la
atención de un Betis en segunda, que también se había quedado a las puertas del
ascenso al perder la promoción contra el Depor (que justo al año siguiente se
saldría de la pelleja) con el recordado gol anulado a Kukleta
(OREMOS) incluido, que lo contrata para intentar el asalto a primera.
Una de las primeras decisiones de
D’Alessandro es traerse a la megaestrella de su Figueras, el estadounidense Tab Ramos (sobra decir que tener por
aquel entonces un yankee en tu
plantilla era una frivolitè de las
gordas), dicen como compensación de ciertas deudas, además se incorporan al
Betis hombres como Ivanov o Merino
II y vuelve Gordillo.
En pretemporada, el truhan del
argentino es capaz de ilusionar con su fútbol de ataque a la parroquia
bética llegando a la final
del Trofeo ciudad de Sevilla en la que pierde contra el Oporto (aunque
previamente había eliminado al Barça), pero comienza la temporada, y a pesar de
que se ganan los dos primeros partidos, poco a poco el Betis se va deshinchando
y el mister
comienza a realizar extrañas “maniobras tácticas” como prescindir del Gran Kukleta
(todo por qué ¿por comer pipas en el banquillo y fumar? ¿Quién cojones te
habrás creído que eres tú, Jorgito D’Alessandro, para prescindir de Kukleta?) y
aun así no logra enderezar el rumbo del Betis que no es capaz de alcanzar los
puestos de ascenso. El entrenador pidió refuerzos, viene Kobelev, le traen a Ljubobratovic
y tiene la desfachatez de decir que no lo conoce de nada (increíble) y le traen
a Kasumov, pero nada. Esta dubitativa marcha no le gusta nada a Lopera
y le “invita”
a cambiar de sistema tras un partido ante el Badajoz, “invitación” que
gentilmente declina D’Alessandro enturbiando la relación con sus jefes, hasta
que en la jornada 26 es cesado tras una derrota en el campo del Palamós, siendo
sustituido por Esnaola y poniendo fin a su etapa como bético, en la que no fue
capaz de sacar todo el jugo de los Trujillo,
Monsalvete,
Juanlu,
etc, pero de la que a pesar de todo no guarda un mal
recuerdo.
Tras esta etapa, debió fichar al
mejor representante del mundo porque su siguiente destino es la primera
división, convirtiéndose en el sexto (¡el sexto!) entrenador del Atlético de
Madrid en la temporada 93/94, dirigiendo a los madrileños en los últimos 9
encuentros de esa temporada. Al finalizar, lo largan para fichar a Pacho
Maturana, pero el colombiano se convierte en otra víctima prematura de un
devorador Jesús
Gil, que vuelve a acordarse de D’Alessandro. No dura más de 13 partidos en
su nueva etapa Atlética y es cesado y sustituido por el Coco Basile, aunque
siempre le quedará el honor de ser uno de los primeros entrenadores “coloca” de
la historia y un
auténtico cromo de leyenda.
A partir de aquí su representante
se gana el sueldo, la paga extra de navidad y todo tipo de dietas, porque
increíblemente lo coloca una y otra vez en distintos equipos (casi siempre con
la temporada empezada y como apagafuegos) como el Salamanca, el Mérida (con el
que asciende y el único equipo donde ha entrenado durante una temporada completa),
el Elche o el Rayo y el 2004, cuando parece que su representante no es capaz de
volver a engañar a nadie, se reinventa a si mismo y lo coloca como tertuliano radiofónico y analista
en programas
de prensa rosa, donde su peculiar tono de voz nos martiriza en numerosas
ocasiones con sus asombrosos,
y tendenciosos
análisis de los partidos y que increíblemente ha revalorizado de nuevo su
“caché” como entrenador, recibiendo mediáticas
ofertas,
incluso en directo, al más puro Salvamestyle, lo que le ha llevado
en la actualidad a intentar la quimera de salvar del descenso al Nastic de
Tarragona, que por ahora tiene toda la pinta de ser carne de 2ªB el año que
viene.
3 comentarios:
Gil era un auténtico "devorador" de entrenadores. Creo que incluso había una caricatura del tema rulando por ahí, con Gil vestido de verdugo y todo.
En la misma temporada de los 6 entrenadores (el Atlético estuvo durante 3 jornadas en promoción, de la que se salvó por una diferencia de 4 puntos), el Valencia tuvo a 4 distintos (con Hiddink en dos etapas).
D´Alessandro es el típico enrenador que sirve a un equipo para unas jornadas, ero que al final se le hace la temporada muy larga.
Lodel Atlético con los entrenadores era de traca jajaja
Completamente de acuerdo con la opinión sobre este "lamentable" tertuliano. A ver si se queda muchos años en el nastic y no hay que aguantarlo mas.
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