JOAQUÍN ENRIQUE VALERIO OLIVERA

Hay porteros que, por mucho que intenten que no sea así, no consiguen más que chupar banquillo en algún equipo en el que hayan militado. Valerio es un ejemplo.

Joaquín Enrique (un nombre compuesto que recuerda al de los galanes de telenovela mejicana) Valerio Olivera nació en Badalona el 12 de enero de 1973, compartiendo cumpleaños con futbolistas como Mauro Silva, Prosinecki (sí, aquel jugador con pasado sevillista que cuando estaba en el Madrid parecía Edge después de fumarse un paquete de Ducados) o Kalou, con motociclistas como Maverick Viñales o con cantantes como Pixie Lott (viendo fotos de esta chavala, sólo puedo decir: ¡Qué mona va esta chica siempre!).

Dejando la Wikipedia a un lado, vamos a centrarnos en la carrera futbolística de Valerio. 

El bueno de Joaquín empezó a jugar al fútbol en los pasillos de su casa, donde gustaba de pegarle pepinazos al balón. Como resultaba que siempre acababa rompiendo el jarrón del salón o la lámpara del pasillo, su madre siempre iba detrás a darle unos babuchazos, diciéndole la famosa frase de "Ven, ven, que no te voy a pegar". Tras eso, decidió hacerse portero, practicando paradas en las canchas de su barrio para evitar los babuchazos de su madre (alguna vez lo intentó hacer en casa y las paredes acababan desconchadas). Así, Joaquin comenzó a destacar como portero, y llamó la atención de los equipos.

Valerio comenzó a jugar en las categorías inferiores del Real Madrid. Fue allí donde debutó en el fútbol de élite: jugó en Segunda con el Real Madrid B dos años.

En su paso por el filial merengue (más de uno dirá la coletilla de Amador Rivas, estoy seguro), compartió vestuario con otros futuros béticos como Fernando Sánchez Cipitria, Ivan Pérez o Contreras, y con otros jugadores que luego fueron al Valladolid (a lo tonto, más que el filial del Madrid parecía el filial del Valladolid) como Victor, Antía, Santamaria, Marcos o el propio Fernando, sin olvidar a Gómez o al gran renaldinho de Paco Sanz. El renaldinhismo y el colussokukletismo se respiraba en el ambiente.

Posteriormente, Valerio hizo un papel discreto en un Hércules que subió a Primera, y tuvo un año aceptable en el Albacete, donde coincidió con Diego, aquel de la melena que ni James Hetfield o Doro Pesch en sus buenos tiempos. Tras el Albacete, sucedió lo que le hace digno de aparecer aquí: su fichaje por el Betis.

Valerio nunca disfrutó de continuidad en el Betis, porque el portero titular era Toni "Prá", como decía el señor Lopera. Era difícil verle jugar, y al hecho de que jugaba poco, se une la curiosa costumbre que tenía de jugar con pantalones largos, como Busquets (aquel de la plancha en las manos), o los porteros africanos (eso de que los porteros africanos, como Wilfred, llevan pantalón largo para no enseñar "el muñeco" es una leyenda urbana: lo hacen para no desollarse las piernas en los campos de albero que abundan en África). 

Valerio estuvo durante 4 temporadas en el Betis, y en la campaña en la que más jugó fue en la temporada 1998-99, donde jugó 8 partidos (dos temporadas antes, incluso tuvo una lesión, siendo sustituido en varios partidos por Pinto).

Nuestro protagonista, tras el penúltimo ascenso a Primera, se marchó del Betis, buscando oportunidades que no tuvo por el ostracismo y las lesiones (además, sufrió una expulsión 40 minutos de empezar un partido), y obtuvo un billete de tren con destino a Elche, donde estuvo una temporada, jugando 38 partidos, sintiéndose de nuevo bien.

Tras su estancia en el equipo ilicitano, pasó por varios equipos con distinto éxito, como el Tenerife, el Almería, el Elche (de nuevo), y el Poli Ejido, que en esta temporada se ha retirado de la competición antes de tiempo, tras llegar a obtener un 14-0 en contra (por cierto, con el Poli Ejido llegó a jugar contra el Betis B en la ciudad deportiva del club verdiblanco).

Valerio, un portero con cierta alopecia...

 PD: Aunque parezca lo contrario por el penúltimo párrafo, Valerio aún está en activo en el momento de escribir estas líneas.