Señoras (¿hay señoras?) y señores. Hoy les presentamos un
documento mítico con casi veinte años de existencia según la prueba del Carbono-14. Quien esto
escribe, en su tierna
infancia (ocho años tenía, creo), tuvo el honor, que digo el honor, el
privilegio, que digo el privilegio, no hay palabras para describirlo, fue un
momento como cuando Dios crea a Adán tal como queda reflejado en la Capilla
Sixtina. Fue el alfa y el omega de mi existencia. Todos los momentos desde
ese momento están por debajo. Ni el día que di mi primer
beso, ni el día que perdí
la virginidad, ni el día que me saqué el carnet de conducir, ni el
día que acabé la carrera,
ni siquiera creo que el día en que tenga hijos
se podrá siquiera igualar a aquel instante grabado en letras de platino en mi
memoria en el que el GRAN
ROMAN KUKLETA me firmó el autógrafo arriba escaneado.
Lo primero que podemos observar
es que por aquel entonces yo no sabía cómo se escribía Kukleta. No se le puede
pedir más a un chiquillo que por aquel entonces estudiaba EGB con casi toda su
mente ocupada por Bola de
Dragón y el fútbol.
Ahora, ya adulto, pienso en fútbol y en
otros tipos
de bolas.
Pasemos a analizar la firma en
sí. Lo primero que podemos observar es que, al contrario de lo que ocurre con
la mayoría de firmas, Roman no la hacía con letra
de médico. No pretendía salir del paso y ya como hacen la mayoría de
jugadores usando el clásico truco del móvil o los cascos para pasar rápido por
delante de la gente. En el autógrafo de Roman su nombre completo es
perfectamente legible. Podemos ver en este hecho que el checo era un hombre
cercano, amigo de sus amigos, siempre dispuesto a convidarte
a un Winston y darte lumbre a cambio de un poco de aprecio mutuo y
conversación.
Otra de las cualidades que quedan
claramente patentes en este pedazo de papel que es desde ya nuestra Sábana Santa
particular, es la enorme tranquilidad de espíritu que tenía para tomarse su
tiempo en hacer una firmita en condiciones. Roman Kukleta era un hombre en paz
consigo mismo, que sabía que había tomado las decisiones correctas en su vida,
que no tenía nada de que arrepentirse. Lo que se podría definir como “güena
gente”.
Si nos fijamos bien la “a” de
Roman y la de Kukleta son claramente diferentes. Una es casi poligonal y la
otra es modelo espermatozoide.
Esto nos dice que Roman era un hombre que gustaba de probar cosas nuevas,
quería que su vida fuera una fuente constante de desafíos. Esto explica por qué
vino al Betis de aquella época a compartir vestuario con entes como Rodolfo
Dapena o Trujillo.
Por último quiero hacer especial
hincapié en la “K”
mayúscula. ¿No os parece un signo
de la victoria? Roman era un triunfador. Un hombre que dejaba huella allá
por donde pasaba y que sabía que con el paso del tiempo se le recordaría aún
con más cariño. Que todo el mundo al oír su nombre pensaría “je, Kukleta, qué
artista”, y les sería imposible no dibujar una sonrisa en los labios. Sí, todo
eso quedaba bien patente en ese signo de la victoria que iniciaba su apellido.
Eso, o era fan de la serie
“V”, que también puede ser.
Roman Kukleta, desde este blog
que lleva tu recuerdo grabado a fuego, esperamos que estés compartiendo un
Winston con San Pedro y pidiéndole al Altísimo
que le eche una manita al Betis, aunque da la impresión de que a este equipo no
lo arregla ni Dios.
Con todo el cariño, Roman.
1 comentario:
Esto es lo más grande que hemos publicado en el blog. Espero que pronto me enseñes el original para poder tocarlo, olerlo y saborearlo.
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